The Fooler

“Esto es como una especie de disco conceptual, sin llegar a serlo. O sí, no lo sé. Habla de San Francisco. De cómo era y cómo es. Y con ello hablo de cómo pasa el tiempo, y todo se transforma. Es difícil volver a vivir en aquellos tiempos, y creo que aún no nos hemos acostumbrado. Lo que hemos pasado ha sido algo fuerte. Cuando lo vives no eres consciente de que pasará a los libros de historia. Y se olvida pronto. Pero te encuentras con que la realidad que tenías se ha transformado. Supongo que el disco habla de eso… o quizá no”. Estas palabras surgen de una charla que servidor tuvo con Nick Waterhouse hace un par de meses en las que conversamos sobre “The Fooler”, su último disco y motivo de esta crítica, claro está.

El sexto trabajo del angelino Nick Waterhouse vuelve a ser, y digo vuelve porque es una constante en su carrera, clásico y contemporáneo a la vez. Sus parámetros de salida siempre han sido conservar ese respeto por la tradición, pero la evolución y el tratamiento de sus canciones hacen de él un espécimen casi único que gusta por igual a seguidores de ambas vertientes. Convertido en algo intermedio entre un crooner y un soulman, Waterhouse se largó hasta Valdosta (Georgia) para grabar el disco con Mark Neil (The Black Keys) en los controles, aunque uno tiene la impresión continua con Nick de que permite pocas injerencias en su música. Y eso le da mucho juego. Le permite disfrazarse de Phil Spector y crear una especie de muro de sonido en “The Problem With A Street”, tornarse en un delicioso engendro a medio camino entre Lou Reed y Bob Dylan en “Late In The Garden”, rendir tributo a “Summertime” en “Looking For A Place” y a los girls groups en “Hide And Seek”. Con cada cosa en su lugar. Sin sonar ecléctico. Sino más bien uniforme. Y es que ya nos hemos acostumbrado a Nick y él a nosotros. Así que ya sabemos de qué pie cojeamos cada uno. Y eso, en este caso, es bueno, muy bueno.