Existen grupos que están en la boca del aficionado, pero que pocos han escuchado realmente. CVB es uno de ellos. Si bien es cierto que lograron cierta repercusión a finales de los ochenta, sobre todo gracias al clip de la versión de “Starway To Heaven”, su posterior disolución y la formación por parte de David Lowery de Cracker, con los que ha cosechado mayor repercusión, les elevaron a los altares del culto.
Ahora, tres lustros después, regresan (aunque ya lo hicieron en 2002 con una gira) para satisfacer la expectación generada y confeccionar de paso nuevas canciones. Unos temas cuya dignidad respalda con solidez la reunión y que de paso radiografían, con fina ironía y de forma conceptual, los tiempos que nos han tocado vivir. Un disco que sigue manteniendo intacto el estilo del grupo aunque, eso sí, con un sonido mucho más sofisticado y en ocasiones hasta excesivamente grandilocuente. Una sonoridad muy ligada al violín de Jonathan Segel y al pedal steel y la mandolina de David Immerglück, combinado con la tradición country-folk de David Lowery sin abandonar del todo ese punto freaky e imprevisible que se convirtió en su denominación de origen. Un disco más que recomendable para todos esos fans de Cracker que desconocen del todo la obra de estos californianos y sientan curiosidad.
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