Cualquiera que siga la trayectoria de Remate podrá recordarlo saliendo del tiesto para debutar con sus canciones raras adscritas al weird folk anglófilo y la aparente baja definición. Recuerdos que no se esfuman, que ayudan a trazar una carrera, por mucho que cada nuevo trabajo suponga una reacción al capítulo anterior, tal y como dice él mismo mientras promociona su décimo álbum, su propio sello y su segunda década como cantante popular melodramático. Si en "Superluv" (2011) ya le abría los micros en castellano a un conjunto de historias de amor, este Nelson es perfecto supone una inmersión en la canción narrada, un monólogo desnudo que dedica a su hijo pequeño. Canciones como Maestro o Genio obedecen a esta práctica en la última lírica de Remate, no siempre ajustada, mientras Satánico y la Máquina del tiempo se alzan como redondas nanas siderales, canciones hechas con silencios, con claridad, con un equilibrio entre música y letra ya logrado para la araña de la penúltima entrega, y con la misma banda de acompañamiento.
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