Barn

Suena la armónica de “Songs of the season” y uno tiene la impresión de haber regresado, de alguna manera, a un pasado ya bastante lejano. Ese en el que las canciones se construían sin demasiados aspavientos. A partir de un simple acorde de guitarra o de esa armónica, para luego ir colocando una percusión aquí, un acordeón allá… y acabar haciendo magia. Hace tiempo que las cosas ya no funcionan así, pero Neil Young, reencontrado con sus Crazy Horse parece seguir teniendo ganas de luchar contra ese paso el tiempo y Barn es su manera de demostrarlo. Para eso entrega este disco quizá más reposado del que la mayoría de sus seguidores podían esperar cuando supieron que se reencontraba con la mejor banda de acompañamiento que nunca ha tenido. Al menos hay temas rocosos como “Heading West” o “Human race” donde Ralph Molina puede azotar su batería como si no hubiera un mañana, pero incluso ahí hay una sensación de contención. Desenfrenada, si eso es posible, pero contención. En la también eléctrica “Canerican”, Young se moja, una vez más en el terreno político, mientras en la cabaretera “Change ain’t never gonna” parece anunciarnos el fin del mundo. La oscura “Welcome back” se alarga demasiado, y ahí pierde fuerza en su mensaje, mientras “The shape of you” tiene algo de The Band en su simpleza que acaba cautivándote.

Lo cierto es que el disco camina por el notable sin demasiado problema, aunque dos cosas sobrevuelen todo el trabajo. Por un lado echamos de menos el buen hacer de Poncho Sampedro, por mucho que Nils Lofgren cumpla a la perfección con su papel. Ahí falta algo de esa chispa que solo los que hemos mamado Crazy Horse podemos echar en falta. Y, por otro, tengo la impresión de que el tito Neil no ha dedicado el tiempo suficiente a unas letras demasiado deslavazadas, incomprensibles a veces, mientras en otras ocasiones se me antojan demasiado simples. De todas maneras, siempre serás bienvenido Neil. Y más si vienes con discos así debajo del brazo.