Si hay algo que me gusta de Fito Páez es su honestidad como artista, un tipo de entrega personal que hoy se encuentra en contadas ocasiones. Fito es, por ello, una rara avis que sintetiza los más valiosos valores del rock argentino: osadía en sus planteamientos, eclecticismo en las formas y autenticidad en los contenidos. Y sus discos, por tanto, siempre se basan en una idea sencilla y meridianamente clara: hablar de mí para hablar del mundo, o viceversa. Es "Naturaleza sangre" un grito, un llanto, un clamor de esperanzas, un último gesto que redime la derrota, un suspiro, sueño y pesadilla a la vez. Es la vida de un hombre que tiene además la condición de artista, y quizá por eso intenta comunicarnos a través de su sensibilidad aquello que nos sucede a todos cotidianamente y que, sin embargo, pocos se detienen a pensar. Fito exorciza sus vivencias más recientes en catorce canciones, más independiente, si cabe, que nunca. Y lo hace como siempre, trabajando a su manera y con el único respaldo de genios-amigos como Charly García y L.A. Spinetta, en una síntesis de géneros que resumen su magnífica trayectoria, desde el rock más agreste a las influencias brasileñas, para generar una sobredosis de sí mismo: el mejor Fito al 100%. Algo que enloquecerá a sus fans, pero que en el fondo no aporta nada nuevo a la estupenda carrera de quien es ya leyenda de la música argentina.
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