Natalia Lacunza se ha quitado un peso de encima y ha cerrado capítulos con “Tiene que ser para mí”. La artista pamplonica al fin ha lanzado su álbum debut después de hacerse de rogar con los epés “Otras alas” (19) y “EP2” (20). Se podría decir que ha desvelado todas sus vivencias en este disco, dejando plasmadas las lecciones que ha aprendido de la vida en estas canciones. Lacunza habla en primera persona durante todo el disco de experiencias propias e historias que quiere dejar atrás con una sensibilidad que deja patente en cada una de sus letras. Y es que la cantante, con tan solo veintitrés años, habla con una madurez de temas como el paso del tiempo en “Tiempo atrás” o en “Todo va a cambiar” o de situaciones personales difíciles de sobrellevar en “Muchas cosas”.
La artista cierra historias de un portazo en canciones como “Todo lamento” y lo hace con unas letras sinceras y cargadas de emotividad. Otro ejemplo sería “No me querías tanto”, en la que habla de uno de sus capítulos más amargos (“Quien me arregla a mí lo que tú hiciste mal/Por mucho que lo intento, no puedo olvidar/Y si lo pienso de más me enfado y no puedo ni hablar”). Aunque no todo es decepción y tristeza en este “Tiene que ser para mí”. Basculando entre el nuevo pop y las sonoridades dream pop, hay luz en la positividad de “Mi sitio” –en la que habla de un futuro mejor en el que ya ha encontrado su lugar–, en la más bailable “Cuestión de suerte”, en la que canta sobre el amor con dulzura o en “Todo va a cambiar" –junto a Karma C–, una pieza hyperpop de base drum’n’bass en la que nos muestra su cara más enérgica.
Lo que es evidente es que Lacunza consigue que nos sumerjamos en las historias que nos está contando, que las hagamos nuestras. Y la fórmula para ello es su sinceridad y sensibilidad a la hora de compartir sus pensamientos más íntimos tanto cuando habla de desamor (“Medicina”), amores de juventud (“Cartas de amor”) o la autoaceptación de quién somos (“El círculo”). Ambas eran cualidades que ya nos había mostrado con anterioridad, pero que ha pulido y perfilado en este excelentemente producido “Tiene que ser para mí”, en el que ha trabajado mano a mano con Pau Riutort (Beach Beach, Extraperlo), consiguiendo un disco de pop claro, cristalino, consistente y maduro.
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