Kitchen Sink

Nadine Shah no tiene pelos en la lengua. Si algo la ofende ella responde. Lo hizo cuando tuvo que plantar cara a quienes la despreciaban porque su padre es de origen pakistaní (y su madre con ancestros noruegos). Ella tuvo respuesta al acoso, “inmigrante no es una palabra sucia”.

Nadine Shah tiene la teoría de que un artista debe documentar el tiempo en el que vive, por eso en 2017 trató la guerra en Siria como tema principal para su disco “Holiday destination”. Cuando habla de canciones políticas su mayor referente es Stevie Wonder, aunque también se fija en grupos actuales con discurso propio, caso de Idles o Goat Girl. Ahora tiene otro objetivo para escribir e inspirar sus canciones: conversaciones profundas con mujeres que relatan nuestro presente con una disyuntiva en el alero, la presión social que viven las mujeres al traspasar la franja de los 30 años de edad. En ese puzle, también la gusta citar a mujeres en la música que la llevan hasta otro nivel, caso de Mavis Staples, Brittany Howard o M.I.A. Las admira por distintas razones, aunque su estilo sea otro.

A Nadine Shah te la crees, muy al contrario de la PJ Harvey que conocimos en el documental "A dog called money", sus ideas y actos son convincentes, nunca haría un guiño a sus zapatos caros mientras pisa una tierra en conflicto. En su cuarto disco ha contado con su socio de cabecera, el productor Ben Hillier, juntos han completado un disco incomodo, valiente, y a su manera, exótico.

En “Kitchen sink” cada canción tiene un universo propio, en “Club cougar” revolotean teclados en clave espacial con aullidos de verdad, “Ladies for babies (goats for love)” es pura ironía y en “Buckfast”, su voz es tremendamente grave y misteriosa. Mientras, “Kitchen sink” tiene ráfagas eléctricas que te obligan a elevar el puño, en cambio “Kite” es relajante, dibuja un paisaje placentero que se acerca a la world music. En definitiva, Nadine Shah ha grabado un disco que a su manera, refleja la incertidumbre de nuestro día a día.