Nada Surf nunca han sido el grupo que iba a salvar el rock. Pero soy de la firme opinión de que el mundo sería un lugar bastante más frío e inhóspito sin ellos. Pertenecen a esa categoría de bandas que apuestan por el trabajo constante, digno y bien hecho: nada más, pero nada menos. Con esa admirable filosofía por bandera, acaban de rebasar el cuarto de siglo de actividad con un octavo disco de canciones originales que mantiene la coherencia de esta última etapa de madurez.
Los que busquen experimentos con gaseosa –los radicales cambios de ritmo de “Mathilda” desembocan en The Beatles– se han equivocado de banda: Matthew Caws, Daniel Lorca e Ira Elliott –con la participación ocasional de Doug Gillard, brillante guitarrista de Guided By Voices, y el teclista Louie Lima, que tiene más presencia en las texturas– han ido destilando desde hace años un sonido elegante y atemporal que sacrifica aristas y estridencias gratuitas en pos de la calidez melódica y el buen gusto sonoro. Y ahí siguen, con la vocación de hacer del mundo un lugar más habitable.
Desde la portada, una preciosa pintura abstracta, da la impresión de que se sienten cómodos en su conquistada y elegante madurez. Poco queda de los críos indies que estaban detrás de “Popular”, aunque el grupo se permite aquí el guiño de recuperar el esquema del spoken word, haciendo referencia al ruido de las redes sociales, con la energética y estupenda “Something I Should Do”, con ese ritmo que evoca viejas glorias del post-punk. Más canciones como la vibrante “So Much Love”, “Live Learn & Forget” o “Riding In The Unknown”, sobradas de esa melancolía eufórica tan suya, podrían añadirse a un nuevo recopilatorio, lo cual demuestra que, aunque a nivel melódico estamos en terrenos muy familiares, el fuego de la inspiración compositiva no les ha abandonado.
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