“Oro, salitre y carbón”, verso de la reivindicativa “Arriba quemando el sol” de Violeta Parra, canción en la que denunciaba las condiciones laborales de los mineros de La Pampa, sirve como título y bandera de luz y recuerdos para celebrar y despedir los “Diez años de marxophonismo (2011-2020)” del singer-songwriter asturiano Nacho Vegas. Poderosa y eléctrica versión del tema de la cantautora chilena que sigue la estela del sobresaliente “Violetica” (18) de Vegas, en el que palpitaba con fuerza la adoración a Violeta Parra y con el que ahora, además de fundir el sufrimiento de los mineros chilenos con los de su Asturias natal y el resto del mundo, en palabras del propio artista gijonés, va más allá: “Aunque este tema rinde tributo de algún modo a esa parte de la clase obrera, no es una canción política en sí misma. Es una canción sobre la negrura de la vida”.
Estas veintiséis pistas no solo recopilan la negrura vital del periodo más abiertamente comprometido y político de Nacho Vegas, ese que parte de “Cómo hacer crac” (11) y pasa por el también EP “Canciones populistas” (15) al completo, sino que nos regala joyas inéditas, temas en directo y rarezas varias. Así, recogemos al vuelo los versos que escribió en un papel y lanzó al exterior de la cárcel un preso anónimo, tras la Revolución de Asturias en octubre de 1934 y que Vegas teje en la vibrante “A les rexes de la cárcel”, rindiendo homenaje a todas las personas perseguidas por hacer activismo político.
Senda de heridas y cicatrices de una sociedad que parecía estar a punto de encender la mecha de una bomba que iba a estallar, justo cuando, una década atrás y en sueños, “una niña nos susurró al oído que habían desahuciado a la familia Botín”. Pero no, la moneda cayó, como siempre, del lado de los poderosos y usureros, y hubo que cantar y recantar, “a corro y no en soledad”, la “Canción para la PAH”, hasta llegar a la actual y morfínica “Fabulación”, nuevo corte afilado en el que bailamos alrededor de la hoguera de todos los males sociales que nos apremian, mientras los embaucadores siguen a lo suyo, intercambiando caretas y “tejiendo como arañas la unidad de España”.
Cuatro canciones más completan la tanda de inéditas del disco, seis en total. Al ya mencionado cover de “Arriba quemando el sol” y la aún humeante “Fabulación”, fraguadas con los que fueron sus músicos habituales, los ya emancipados León Benavente, más Manu Molina y Joseba Irazoki, se suman: la pieza instrumental que abre y da título a la obra, “Oro, salitre y carbón”, siguiendo los pasos de esas aperturas épicas (bandas sonoras soñadas) de belleza crepuscular y regusto western con las que a veces nos obsequia Vegas (de “Actos Inexplicables” a “Indefensos”); más la delicadeza corrosiva de la química poética de “Lyrica”, con estallidos de distorsiones resplandecientes a lo The Velvet Underground, pasando por el canto popular enraizado en la memoria colectiva asturiana de “El Carmín de la Pola”, adaptada en clave pop, pero con olor a lluvia y tierra mojada, respetando su esencia tradicional; rematando el lote de inéditas con la cadencia envolvente de “El ruido y las estrellas” (vaivén sonoro y ecos de “Todo o nada”), letras empapadas del dulce veneno de amores violentos y perdidos que corre por las venas de sus composiciones y que, sin que te des cuenta, se queda pegada como salitre a la piel y cala hasta los huesos.
Jugosas e imprescindibles son también las caras B, dejando claro que no estamos ante un recopilatorio al uso o una amalgama de descartes, sino que tenemos entre las manos (caja sencilla y negra como el carbón, pero de elegante textura con tonos dorados) un cofre de valiosos tesoros reunidos para la ocasión, preparado con mimo y cariño: “Reality”, del single “Actores poco memorables” y que hasta ahora no estaba disponible en formato digital; “Hipopótamu Llambionótamu”, hasta el momento, la única canción infantil de Nacho Vegas, que compuso para el disco “Bestiariu II” (16) en el que participó junto a otros artistas y bandas asturianas; la relampagueante y pegadiza “No me voy a Marte”, escrita en 2018 para celebrar el vigésimo aniversario de Ecologistas en Acción, o la hermosa (por primera vez también en digital) “Me lo dijo un ángel” (del single de siete pulgadas de 2011 “La gran broma final”), inspirado en la obra del poeta Ángel González y que, como dice el propio autor, “habla de la vida, de coger la cultura popular para encontrar pistas emocionantes de lo que está ocurriendo, para quitarnos de encima el desconcierto”.
Encontramos un nuevo día con versiones que aumentan la paleta de colores de su cancionero, como “Lluz d’agostu en Xixón”, cover de la canción que degustamos en “Resituación” (14) y con la que ahora volvemos a “rebuscar la alegría, persiguiéndola” en asturiano, bajo los amarillos atardeceres de agosto; o esa “Brujita”, menos oscura y más enérgica, regrabada en estudio y directo en 2016, en una de las giras de Vegas por su querido México, con coro final incluido.
Más recientes y rompedores suenan los dos cortes elegidos para cerrar el disco, chutes en vivo rescatados del fin de gira “Violética”, el pasado enero en el Circo Price: “La última atrocidad” junto a Cristina Martínez (El Columpio Asesino), que conserva y rezuma la conexión y garra de la pista de estudio, y “La pena y la nada”, masterpiece de tristeza infinita y destellos vitales entre las grietas marca de la casa, más electrificante y rabiosa que nunca, en la que es imposible que no se desborde “un río a cada lado” y elijamos el dolor, para terminar absorbidos por un huracán sonoro que, a cada escucha, volverá a arrancar del suelo las butacas del teatro madrileño. Hasta entre caras B y rarezas, Nacho Vegas reafirma lo que ya sabíamos: el mejor songwriter de las dos últimas décadas es asturiano.
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