El sello Limbo Starr tiene a bien dar una vuelta adicional a aquel compacto de título “Canciones Inexplicables 2001-2007” (Limbo Starr, 08) con el que, hace ahora quince años, se daba por cerrada la etapa de Nacho Vegas al amparo de la escudería madrileña. El resultado es “Canciones Inexplicables 2001-2009” (Limbo Starr, 23), doble vinilo con un total de diecisiete piezas seleccionadas de entre la primera etapa del asturiano –aquella resumida en cuatro elepés y un buen número de míticos EPs adicionales– que (tirando de ciertas licencias y preferencias personales) podría catalogarse como la época clásica y quizás también la más emocionante e incluso representativa del talante artístico del gijonés.
Ocho años de extraordinaria incontinencia creativa para definir el perfil del vocalista, con la influencia de Leonard Cohen, Will Oldham, Nick Cave, el cineasta David Lynch, Bob Dylan, Townes Van Zandt y (sobre todo) Nick Drake cristalizando en una serie de canciones de lírica emocionante, evocadora e inspirada, que confirmaban a su autor como uno de los creadores más específicos de aquella escena coincidente con el cambio de siglo. La presente referencia es una retrospectiva tan emocionante como apabullante, dado el calado y la profundidad de las piezas seleccionadas, capaces además de remitir con poderosa precisión a aquellos años en las que fueron lanzadas, cuando cada nueva referencia con la firma inconfundible del artista era acogida con veneración religiosa.
Desde entonces, Nacho Vegas ha continuado su trayectoria con elegancia y coherencia, publicando grandes trabajos y afianzándose en su posición de intocable cuando de calidad y canciones dotadas con idénticas dosis de sentido y sensibilidad se trata. Pero sería una frivolidad relativizar sus movimientos iniciales y una serie de temas latentes desde entonces bajo la piel de sus seguidores primigenios. Ya sean de los que motivan la lágrima de pura emoción (“Ocho y medio”, “Canción de palacio #7”, “En la sed mortal”, “El Ángel Simón”), apuestan por apurar una narrativa de descarnado realismo (“Morir o matar”, “En el jardín de la Duermevela”, “Seronda”), o incluso incitan a un extraño brindis al cielo (“El hombre que casi conoció a Michi Panero”, “Que te vaya bien, Miss Carrusel”, “Dry Martini, S.A.”).
Unas y otras llegaron a lo largo de apenas una década que señaló a un músico indispensable para entender parte de nuestra escena, aquella sita entre el cantautor cultivado con vocación de poeta maldito y el indie-folk. “Canciones Inexplicables 2001-2009” se acompaña de un texto de Paco Loco y algunas fotos icónicas del ex Manta Ray, y se manifiesta, en definitiva, como impagable recordatorio de todo lo que significó Nacho Vegas para quienes quedamos deslumbrados por su estreno “Actos Inexplicables” (Limbo Starr, 01). Nació entonces una fe específica en torno a aquel tipo de la portada que sugería un estado intermedio entre felicidad y nostalgia, en un gesto que resultó ser retrato fiel de su propia obra.
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