“He estado reteniendo dentro de mí muchísima tristeza y muchos problemas, y hay muchos pensamientos oscuros que me han estado comiendo por dentro. En este disco los saco a la luz, y parte de mi familia me decía “¿de verdad quieres poner todo esto ahí fuera?” (…) La cosa es que, una vez que sacas esta oscuridad de tu interior y la pones en la luz, deja de tener el poder que tenía, tiene un poco menos. Y creo que eso es lo que supone para mí sacar este disco”. Así se expresaba RAYE sobre “My 21st Century Blues”, un debut largo que además llega tras un larguísimo camino de ser “secuestrada” (casi que sin comillas) por su sello discográfico.
La portada, de hecho, simboliza esta situación. En ella, una versión más joven de RAYE aparece sobre un cementerio de instrumentos, del que salen manos de hombres de la industria musical que intentan agarrarla. Especialmente significativos son unos tacones que claramente no pertenecen a su talla y que le impiden avanzar: RAYE se ha quejado de que era demasiado joven y no sabía bien lo que hacía cuando, en 2014, fichó por Polydor firmando un contrato estricto de siete años. En este tiempo, ha tenido éxitos con gente como Jax Jones o Disclosure, y ha compuesto temas para gente como Beyoncé, Ellie Goulding o David Guetta, pero no había manera de que consiguiese hacer lo que realmente quería: crear una obra completa a través de un disco.
Ese momento ha llegado, y aunque es verdad que hubiese venido bien cierta revisión de ideas por parte de un equipo, desde luego RAYE demuestra tener una visión y unas ideas claras de lo que quiere hacer. En cuanto a lo primero, es cierto que hay como un “barniz TikTok” en ideas y letras un tanto simples aunque los temas sean interesantes, algo que se puede intuir cuando decides titular una canción “Body Dysmorphia” o “Environmental Anxiety”: aunque la primera es superior, ambas se habrían beneficiado de alguna que otra vuelta. Tampoco se libra el álbum de algún que otro relleno como la colaboración con Mahalia en “Five Star Hotels”.
La cosa es que los buenos momentos son muy buenos. En “Hard Out Here”, con ese aura dosmilera a lo “Stripped”, pone los pelos de punta cuando canta “you start to wonder why I'm Christian/without the Lord, I'd take my life for all the times I've been a victim”. En “Black Mascara” intenta comprender cómo un hombre en quien ella confiaba fue capaz de ponerle droga en la bebida para abusar de ella, y lo hace paradójicamente en la canción más uptempo del disco. Un auténtico pepinazo que quizás tiene sentido que esté planteado como divertimento, porque fue lo que aquella persona vio en ella.
RAYE ha querido trabajar mano a mano con Mike Sabath, que te sonará por su trabajo con Selena Gomez o Lizzo y es aquí su productor ejecutivo, aunque también se ha rodeado en la producción de BloodPop (archiconocido por temazos como “Rain On Me” o “Sorry”), DiGenius (que viene de trabajar con Drake o Shakira) o Punctual (Jason Derulo), pescando también en modernas como Gianluca Buccellatti (conocido por su trabajo con Arlo Parks o Tei Shi). Con todos ellos va ofreciendo distintos registros en los que a veces puede recordarnos a Lily Allen, a veces a Halsey e incluso a, la comparación que más recibe, Amy Winehouse. Se entiende por temas como “Oscar Winning Tears” o “The Thrill Is Gone”, también por la temática y la honestidad de “Mary Jane” (canción de amor sobre varias drogas a las que ha sido o incluso es adicta) o el que tiene pinta de que va a ser su mayor hit, “Escapism”, afortunadamente conseguido ya en la independencia. “Escapism” se beneficia además de lo bien que le sientan a 070 Shake estos temazos con poso melancólico, como fue el caso de “Honey”. RAYE decide terminar los complicados capítulos detallados en este trabajo con “Worth It” (que incluye guiño a “Mary Jane”) y “Buss It Down”, lo cual tiene sentido: aunque el camino ha sido doloroso, finalmente este disco quedará como algo muy bueno para ella, como un triunfo que va mucho más allá de los números que tenga “Escapism”.
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