Esan gabe doa
DiscosMuskulo

Esan gabe doa

7 / 10
Holden Fiasco — 19-05-2020
Empresa — Mukuru

Esto de las reseñas, hasta donde yo sé, suele oscilar siempre entre la descripción y la opinión, ¿no? Pues si comenzamos en el primero de los extremos, recurro a lo que se hace habitualmente, lo de los parecidos razonables, y te diré que Muskulo suenan a los Sacri Cuori de Rosario, recuerdan a Audience, a los Friends of Dean Martinez, pero con el valor añadido de la sección de viento, a Calexico o Richmond Fontaine cuando le quitan las palabras a sus canciones. Pero no siempre. Otras veces, el deje o la querencia es más europea y más urbana. Si, de golpe, vamos al otro extremo, al de la mera opinión, entonces debería decir, y soy breve, que su nuevo disco, "Esan gabe doa", es una muestra acertada de firmeza y talento para la expresividad musical. Luego me explico.

Dejándonos de extremos, sospecho que, para hablar de la música de esta banda, será habitual hablar de atmósferas y acudir a la apelación cinematográfica. Sí, su música, en un alto porcentaje instrumental, evoca historias, pero no tienen por qué ser reveladas o imaginadas con acompañamiento visual. Las canciones están llenas de expresividad rítmica, repletas de matices y pliegues. Con profusión y diversidad de instrumentos (de viento, cuerda y percusión, sintetizadores y hasta el timbre de la lengüeta de una lata de cerveza, aparentemente), disponen del tiempo y las estructuras para levantar una arquitectura musical que aloja dentro intensas narrativas emocionales: en cada una de las canciones, hay una historia evocada y latente que estimula y exige la imaginación e implicación del que escucha. Y ellos mismos lo advierten en “Dale Maikel Nait!,” como si estuvieras viajando dentro de aquel famoso Pontiac Firebird Trans-Am V8 mientras te habla la computadora: “Estás escuchando el tercer disco de Muskulo, todo lo demás, corre de tu cuenta”. Ahí tienes la clave, que también estaba diluida en la portada abstracta del disco, donde lo mismo se ven solo sombras, que borrosas ideas, que un bosque oscuro, que la sabana de la que surge un tigre de bengala, lo que te dé la gana: “corre de tu cuenta”. Los títulos pueden servirte de inspiración, de instigación, de confusión, pero la idea que permanece es lo que ya he dicho, que corre de tu cuenta. Lo dice el título del álbum: que no hace falta ni decirlo; el mismo nombre de la banda: tú no ves el músculo, pero es el tejido que produce el movimiento. Usa el músculo de la imaginación y verás el sombrero o, lo mismo, hasta la boa que se comió al elefante.

De esa manera, te mueves desde la sangre derramada de esos búfalos que podrían ser los mismos a los que disparaban desde el tren en Dead Man hasta a la oportunidad de inventarte una biografía para “Roxali” y “Martina.” “Pio XII- New Delhi” contiene una precisa y preciosa historia narrada en spoken word, y esa viuda que ve pasar la vida en un banco de la estación se instala en tu memoria y pervive. Como aquel Sokolov de Agustín Fernández Mallo que grababa los sonidos de la rutina y que parece el autor de “Euliaren azken hegaldia”. La niebla hiela y turba en “Itsasoa laino dago”, un clásico tradicional que grabaron, según ellos mismos explican, a modo de improvisación y que ya antes habían grabado otros como Joseba Irazoki. Y podría darte más ejemplos, sin arruinarte la escucha o estropearte el final, porque, al fin y al cabo, es mi propia y única lectura, torpe, subjetiva y caprichosa. Lo bueno es que la siguiente corre de tu cuenta.

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