Hace unos meses ya reseñamos “Music is the weapon”, el último LP de Major Lazer que, en resumidas cuentas, no pareció contentar a nadie. Yo por desgracia me debo incluir en ese nadie. Es cierto que el conjunto de Diplo y Walshy Fire estaba pasando por un proceso de metamorfosis, siendo este su primer proyecto sin el trinitense Jillionaire, uno de los miembros de la banda desde 2014 (sustituto de Switch) que cedió su puesto al estadounidense Ape Drums. Esta renovación de plantilla generaba unas expectativas sobre el futuro sonido de Major Lazer que acabaron convirtiéndose en decepción, o más bien indiferencia, hacia un álbum que generaba temas de forma casi procedural siguiendo los patrones de un mainstream que la banda parece ansiar escalar.
Con “Music is the weapon (Reload)", el internacional trío de electrónica, dancehall y reggae implora redención con cinco nuevos temas para su mayoritariamente inadvertido proyecto. El telón se abre a ritmo de “Titans”, una especie de crossover incestuoso entre LSD y Major Lazer, proyectos hermanados por la presencia de Diplo. El tema es una happy hour de positivismo sonoro al más puro estilo de la nueva Sia (hiperbolizado en su película “Music”) que supone el tema más pop del conjunto. Las voces conocidas se colocan en un primer plano tan cerrado que parecen descuidarse en exceso el resto de elementos, arrastrando el single al terreno de lo alegre pero naif, de una timidez que necesita euforia. Por suerte justo después se reproduce “Diplomático”, un regalo de puro moombahton a aquellos que echaron de menos los beats agresivos en la versión estandar del disco. La colaboración con Guaynaa, que algunos podrían menospreciar a primera escucha, es un todoterreno, de esas canciones que nos hacen echar de menos Razzmatazz mientras cumplimos el toque de queda. Esta efusiva celebración del ego de Diplo en forma de juego de palabras en español parece seguir los pasos de la pegadiza “Qué calor” junto a J. Balvin, el hijo pródigo de la primera versión del disco.
“C’est cuit” es quizás la novedad que más inadvertida puede llegar a pasar. Los francófonos ritmos tropicales del tema invocan un pequeño oasis de chill out en el disco de la mano de Aya Nakamura. El tema es una agradable pero pasajera brisa que nos invita a dejarnos llevar por su suavidad y dulzura mientras echamos de menos otros paréntesis de calma de Major Lazer más contundentes como “Be Together” (15) o “Get Free” (13). Es entonces cuando nos despierta de este estado de ensoñación nostálgica un sample de la icónica melodía de banda sonora de “El bueno, el feo y el malo” como si de un inesperado disparo se tratara. Este oportuno homenaje a Ennio Morricone es la columna vertebral de "Pra te machucar", un tan anacrónico como enérgico tema que fusiona la esencia del western con una exótica percusión con trazas de dancehall. Curioso duelo de pistoleros en medio de las playas de Río de Janeiro al que le cuesta poco enseñar el revólver pero demasiado apretarlo.
Major Lazer parece dejar lo mejor para el final, ya que cierra sus cinco novedades con la que es para un servidor la joya de la corona (junto a la ya presentada “Bam Bam”). “Hands up” es un retorno al magnífico “Peace is the mission” (15) y a su electrónica más agresiva que apuntaba de lleno al club. El tema es una cita al característico dancehall de temas como “Watch out for this” (13) o “Lose Yourself” (14) a la par que un experimento de jungle terror al más puro estilo Wiwek. La banda compone una reivindicación de ese brostep que parecían reservar durante los últimos años para los remixes de sus temas más comerciales, de un sonido electrónico que Diplo había enterrado junto a Jack Ü (el propio título invoca al explosivo “Jungle Bae” (15)). Major Lazer abrazando de nuevo el drop nunca es mala noticia, un elemento que ahora rehuyen y que en su momento fue uno de sus mayores aliados.
¿Podríamos decir que estas nuevas incorporaciones a la contraportada de “Music is the weapon” mejoran el deficiente conjunto? Quizás sí. Pero está claro que, con sus más y sus menos, lo último de Major Lazer es síntoma del mejorable estado actual de la banda que parece estar tanteando el terreno, decidiendo cuál es el siguiente camino a tomar. Seguimos echando de menos esa esencia hedonista que pareció volatilizarse tras “Peace is the mission”, esa energía que rezumaban sus anteriores proyectos, propuestas tan híbridas como sólidas. Puede que este disco haya sido demasiado precipitado, en el sentido de que intenta definir a una banda reformulada antes de que esta se haya vuelto a formular. Está claro que el reload no fue la respuesta a nuestras plegarias. Siempre nos quedará “Free the universe” (13).
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