Con Muse nunca hubo término medio. O les amabas o les odiabas. Quienes les defienden han tenido siempre argumentos sólidos para hacerlo, e imagino que quienes no conectaban con ellos también los acababan encontrando. Ahora, en pleno 2022, este debate ya no está en la calle y hay muchos otros más interesantes. Hemos llegado a unas alturas en las que a sus fieles les continuarán gustando sus caramelos y a sus detractores les basta ya con ignorarles. Por tanto, “Will Of The People” es un disco que no va a cambiar la perspectiva ni de unos ni de otros.
Sin embargo, quienes todavía teníamos la esperanza de volver a disfrutar de un gran disco de Muse, nos hemos quedado a medias una vez más –su último álbum realmente relevante fue “Black Holes And Revelations” en 2006–. Quizás el problema hayan sido las espectativas tras unos singles de adelanto potentes, con un plus de metrallas, tras las declaraciones jugosas de Matt Bellamy y con una situación de desafío y descontrol en la que se encuentra el planeta y que podría ser una fuente de inspiración ideal para el trío.
Una vez te has enfrentado a los treinta y siete minutos de “Will Of The People”, la evidencia es que la realidad es distinta a como la habíamos pintado. Que anunciaran que este iba a ser un disco más fiero y con guiños constantes al metal ha funcionado como una falsa ilusión, aunque el disco se abra con el tema titular y con esos primeros compases y estribillo que nos traen a la mente el “The Beautiful People” de Marilyn Manson. Lo que ocurre es que, a continuación, “Compliance” nos abre los ojos con sus sintetizadores ochenteros, dejándonos con la sensación de que por esa vía ya explorada no van a ningún sitio. Tampoco desenterrando su amor por Queen en “Liberation”. Y cuando crees, con “Won’t Stand Down”, que han abierto de nuevo la caja de los truenos y las virguerías instrumentales de Bellamy levantan las vigas del edificio, llegan la melancólica “Ghost” y “You Make Me Feel Like It’s Halloween” para devolverle el tedio al disco.
La señal es inequívoca: Muse se mantienen en un momento de indefinición. Como a muchos otros grupos de su misma órbita, la repetición de clichés les condena. No sirve como pretexto que Bellamy nos cuente que escuchar cada mañana a Slipknot por petición de su hijo al llevarle a la escuela sea un nuevo camino a seguir. De momento todo queda en intento y en esa simpática anécdota. No obstante, en “Kill Or Be Killed” resucitan como en los tiempos de “Absolution” (04), el que a día de hoy es su mejor álbum, y el tramo final les sirve como golpe de timón para mejorar el balance con “Euphoria” –ideal para sus impecables directos– y “We Are Fucking Dead” –dejan el mejor tema para el final–. La personal voz de Bellamy les lastra cuando intentan algo diferente y si van a tiro fijo en la comparación pierden. Su brillante pasado les pesa demasiado.
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