Mumford & Sons es una de esas bandas a las que tanto fans como haters examinan con lupa. Su cuarto trabajo, "Delta", no hará más que agravar esa diferencia, aunque por el camino hayan intentado repescar a los fans de "Sigh No More" (08) casi una década después de publicarlo. A los británicos no se les perdonó demasiado que, tras el éxito de su debut y de "Babel", decidieran abandonar el banjo y los graneros de Oklahoma -metafóricamente hablando-, por un sonido mucho más rock de estadio. Sus defensores dirán que no se les permitió experimentar, aunque esa evolución ("Wilder Mind", (15) estuviera llena de recursos facilones y manidos. No era eso; sino más bien la decepción de haber encontrado a LA banda menos cool de Inglaterra, (que a su vez fue la que más discos había vendido en un puñado de años) y contemplar con pena una deriva progresiva al estilo Coldplay. Qué fácil había sido sucumbir a esas introducciones tímidas y desgarradas que desembocaban en frenéticos estribillos, a las armonías vocales y las percusiones trepidantes; sentirse en medio del bosque aunque no hubieras salido de tu pequeña ciudad.
Su cuarto esfuerzo, "Delta", recupera instrumentos de su primera época, pero de una manera menos evidente, gracias a la producción de Paul Epworth (Florence + The Machine, The Horrors). Catorce canciones en las que los británicos dicen haber experimentado más, tanto a nivel de creación como instrumentalización. Medios tiempos y baladas ("Woman") más cercanas al pop-rock que al folk y que se apoyan en la voz de Marcus ("The Wild") y unas letras que reflejan algunas de las situaciones vividas en los últimos años: formar una familia, la muerte, abuso de substancias, divorcios… "42", "Guiding Light" y "Beloved", canciones que abren el disco, tiran de crescendos vitalistas fácilmente intercambiables. "October Skies" es como la versión limpia y reposada de aquel bonito "Lover Of The Light", y bien podría ser el resumen del disco, con punteos de guitarra y percusiones que marcan el camino para que Marcus estire el cuello, mostrando algo de sangre, acompañado por coros celestiales. Casi, pero no.
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