Los problemas son consustanciales a la vida. Lo importante es cómo se afrontan y, a ser posible, se superan. Si es con canciones, pues mucho mejor. El trío barcelonés Mujeres, caracterizado por su vitalidad en una trayectoria tan sólida como incansable dentro de su manera particular de entender el pop, nos entrega el que es su disco más generoso y valiente precisamente en la resaca de estos años difíciles a nivel general. No olvidemos que con su estupendo “Siento muerte” (Sonido Muchacho, 20) se toparon con la pandemia de una forma que Jung habría calificado de premonitoria, quién sabe si expresión del inconsciente colectivo…
En su caso particular, la lesión del cantante y guitarrista Yago justo antes del Canela Party del año pasado les puso las cosas aún más cuesta arriba. Pero vista su trayectoria, no parecen gente que tira la toalla con facilidad, y aquí están de vuelta, nada menos que con un doble en el que tratan de todo esto; de problemas varios, amores, desamores y muchas emociones.
Pocos habrían esperado del trío un larga duración con diecisiete canciones, pero las mejores cosas suelen salir precisamente de lo inesperado o a contra corriente. Y en su nuevo álbum para Sonido Muchacho, dan rienda suelta a todo su potencial, atreviéndose a meterse en caminos insospechados, más allá de las canciones directas y a toda velocidad que guiñan al garaje nacional e internacional vintage (con referencias a los cincuenta y los sesenta), donde están tan cómodos. Y aunque eso sigue ahí, brilla la voluntad de ir más allá. He aquí uno de esos discos torrenciales en los que el grupo pone sobre la mesa todo y más, en forma de canciones inspiradas de hoy y de siempre.
De modo que desde el teclado engañosamente bucólico de “Las victorias y derrotas” con su estribillo de bajo imposible y final desatado y las melodías agridulces de “Se avecina una herida”, tenemos singles rotundos a la altura de lo mejor que han compuesto (“No puedo más”), pero también pequeñas viñetas que funcionan como interludios (“Cuando lágrimas arden”), baladas vulnerables sin complejos (“Diciendo que me quieres” con sus coros tiernos, “Como una bendición”, la preciosa “Horizontal en llamas”), coqueteos con el surf (“Una consecuencia extraña”), rock de raíces velvetianas (la tremenda “Si piensas en mí” con sus guitarras infinitas) e incluso guiños sofisticados al Phil Spector pasado por los eternos The Jesus And Mary Chain (la majestuosa “Estallido sin cambios”).
Sin renegar, naturalmente, de su patentado pop espídico (“Las victorias y las derrotas”, “La emoción y los sentidos”, “Solamente es brutal”). En los textos, referencias a los eternos asuntos del corazón y a los sinsabores de la vida que, lo queramos o no, se empeñan en complicarnos. Y no, la inspiración melódica marca de la casa no se les acaba.
Quizá lo más meritorio es que aunque aportan madurez en forma de melancolía (los años van dejando su inevitable poso y ahí está “Doblemente mal” para probarlo) nos queda la viva sensación de que, pese a todos los desastres, a pesar del desamor y el desencanto, merece la pena. Por supuesto.
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