Lo de Mucho ha sido desde sus inicios una cursa a lo Kilian Jornet. Siempre ascendiendo con pase firme, seguro y constante, con la cima de la montaña en el entrecejo, en busca de esa libertad que solo te ofrece el aire puro de la cumbre en tus pulmones. Pero para llegar ahí, a ese nivel, no solo hay que estar muy dotado, hay que entrenar mucho.
Si echamos la vista atrás, a sus dos primeros trabajos, se nota en la banda de Martí Perarnau IV ese proceso a la hora de pulir el sonido; ese saber que la meta está en el siguiente paso, mejorando todos los aspectos de tu propuesta. Y ahora sí, ahora podemos decir que Mucho han encontrado ese estado de gracia en el que todo encaja. Los teclados creando atmósfera; las guitarras apuntalando, la base rítmica a cajón y la voz más segura y firme, consciente de lo que suelta para hacerlo creíble, evocador, puro. Quizás sea ese el aspecto que más se ha trabajado en este disco, y no hay duda de que se han quitado el corsé del pudor para exponerla sin miedo incluso con una rabia explicita (“Sucumbe el universo”).
Por fin Martí Peranau IV puede decir que ha encontrado su voz, y por fin ha destilado y mezclado todas sus influencias de ascendencia clásica. Él mismo, en las notas que acompañaban el análisis del disco tema a tema para nuestra publicación, hablaba sin esconderlo de Beck, Michael Jackson, Feist, Mark Ronson, pero podríamos añadir también a la E.L.O. de Jeff Lynne, Elton John o los Super Furry Animals de Gruff Rhys. Nombres que dan una idea más que aproximada de la evidente ampliación de colores de su paleta, que han dado lugar a un disco variado aunque muy bien basculado.
No lo dudes demasiado, de los grupos españoles que conforman la cuadrilla del rock adulto: Santos, Mi Capitán, o Egon Soda, Mucho se llevan la palma.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.