Cuando Phil Elverum conoció a principios de los dosmil a la artista canadiense Geneviève Gosselin su vida dio un verdadero vuelco. En apenas unos meses se olvidaba de The Microphones, se casaba con ella e iniciaba una nueva y ajetreada parte de su carrera bajo el nombre de Mount Eerie. Desde entonces, Elverum nos había ido mostrando sus canciones íntimas y sencillas contínuamente, desde la modestia que siempre le ha caracterizado, pero la cara oscura de la vida siempre acaba por sorprendernos. Poco después del nacimiento de la hija de Phil y Geneviève, a esta última se le diagnosticó un cáncer de páncreas que la llevaría a la recta final de su vida con apenas treinta y cinco años de edad. No había vuelta atrás.
Todos sabemos que resulta imposible saber con exactitud cómo es el sufrimiento que le deja a cada uno la pérdida de sus seres queridos, pero Elverum casi ha hecho posible que sintamos lo que él sintió y siente a cada minuto desde entonces. Porque "A Crow Looked At Me" es uno de esos discos honestos y confesionales, pero también sanadores, sobre los que escribo de vez en cuando y sobre los que espero dejar de hacerlo alguna vez. Un puñado de canciones que versan sobre la vida a partir del día después (en "Toothbrush/Trash", Elverum habla de “tres meses y un día después de que murieras”).
Mount Eerie empieza el disco casi disculpándose por lo que va a hacernos pasar (y es que hay momento realmente emotivos como "Swims" o "When I Take Out The Garbage At Night"), pero la necesidad de sacar el sufrimiento fuera ha tenido más peso que cualquier otra cosa. Quizás tenga la impresión de estar haciendo pornografía emocional, pero se equivoca. Y es que no sabe que algunos le agradecemos mucho el esfuerzo. Algún día, ojalá más pronto que tarde, su vida vuelva a brillar (como la de Nick Cave, tras la muerte de su hijo y "Skeleton Tree" (Kobalt/Popstock, 16), por poner un ejemplo todavía reciente) y "A Crow Looked At Me" sea para él como esas viejas fotos que nos ayudan a recordar quienes fuimos. Para nosotros siempre será uno de esos discos atemporales a los que echar mano de vez en cuando y emocionarnos o, desgraciadamente también, uno de esos botes salvavidas en forma de canciones a las que dirigirnos cuando las cartas vengan mal dadas.
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