Le pese a quien le pese, lo cierto es que Guille Mostaza se ha asegurado un pequeño lugar en la historia del pop alternativo patrio gracias a Ellos. El vocalista unió fuerzas junto a Santi Capote a comienzos del presente siglo para, juntos y bien avenidos, alumbrar media decena de discos y, sobre todo, una retahíla de singles adhesivos que permanecerán siempre en el imaginario de los fans del grupo. La última aventura creativa del madrileño comenzó hace tres años con “Vida y milagros” (Heike, 17), primer álbum perpetrado junto a Frank Gálvez –otrora militante en los elegantes Gasca–, y firmado sin mucha complicación como Mostaza Gálvez.
La presente continuación presenta a un dúo bastante más engrasado, ambicioso y cómplice, en una sinergia que tiene como principal consecuencia un álbum de mayor solidez y sentido conjunto, en comparación con esa primera toma de contacto que fue su estreno. Lo cierto es que (sobre todo en un primer momento) “Desventura” recuerda mayoritariamente a Ellos, y por tanto induce a pensar que el peso de Mostaza se impone como prioritario. Sin embargo, esos detalles de lo más aparentes que aparecen en sucesivas escuchas y apuntalan el producto bien podrían llevar la firma de Gálvez. Es así como el objetivo final resulta potenciado en beneficio de las propias canciones, que se ven convenientemente enriquecidas con las peculiaridades creativas y aportaciones vocales de ambos autores. Sea como fuere, “Desventura” es un disco de electro-pop vistoso y desprejuiciado, presentando sin trampa ni cartón y ataviado en base a una serie de estribillos que confirman a sus creadores como especialmente duchos en ese arte.
Es el caso del irresistible trío inicial formado por “El audio”, “Ambiciones” (y sus claros ecos a lo Pet Shop Boys) y “Chica rara”, a las que cabe añadir piezas de indisimulado hedonismo del tipo de “Discotecas”, la bacanal de sintetizadores que es “Arena y sal”, la final “Cristal”, o las melancólicas “La tormenta” y “Entre tinieblas” (que debe su inicio a The Cure). “Desventura” oferta, en definitiva y a través del número redondo de diez piezas, justo lo que se espera de ella dadas las circunstancias. Porque éste es un trabajo cumplidor y efectivo en objetivo y coordenadas, y porque en este caso la ausencia de sorpresas significativas difícilmente puede considerarse algún tipo de lastre.
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