Morgan hicieron saltar las alarmas con su debut "North" (15), y nos terminaron de conquistar con "Air" (18) y esa energía especial y envolvente de cada concierto, dejando prueba de ello en su último y primer disco en directo "Home - Live at Circo Price" (21).
Tras el confinamiento comienzan a trabajar en nuevas canciones y viajan dos semanas a Francia (estudio Le manoir de Léon) para grabar una decena de temas junto a Campi Campón como productor. Rematados por Stuart White (Beyoncé, Autolux) a las mezclas en Los Ángeles y masterizados por Colin Leonard (SING mastering) en Atlanta. Así, con una brillante producción que unifica e inyecta el plus justo de modernidad a sus raíces intactas, comienzan a girar los surcos de "The River and The Stone", a ritmo de folk contenido en “Hopeless prayer”, expandiendo una intimidad luminosa, entre coros y teclados, que nos cala y atrapa poco a poco.
Estamos ya en sus redes y de “River”, con ecos instrumentales a la altura de grabaciones de artistas como Kiwanuka, Brittany Howard o Jon Batiste, surge como ese río imparable que no entiende de barreras que puedan contenerlo. La voz de Nina toma el mando y los instrumentos se funden en una orgía musical colectiva, con los teclados entrelazándose y flotando, con regusto a Mississippi y bajo un vaivén de palmas y coros que le inyectan un extra de misticismo gospel. Una de las piezas ganadoras de este tercer largo.
Los cielos anaranjados de atardeceres y amaneceres perdidos, siguen surgiendo en el crescendo continuo de “WDYTYA?”, con Nina demostrando que sus cuerdas vocales no conocen límites y una guitarra que ríe y llora de felicidad, con sabor a americana.
Si en la luminosa “On and on (wake me up)” encontramos la cara más pop, pero sin perder un ápice de garra, en la siguiente “Paranoid fall” nos zarandean y arrastran al ojo del huracán. Sin lugar a dudas el tema más afilado y rockero del álbum, con una base rítmica que te golpea el pecho y un enjambre de riffs que dejan quemaduras a su paso.
Con “A kind of love” llega una de esas baladas marca de la casa, con percusiones y baterías que remarcan la épica, activando un contoneo en el que toda la banda se suma y al que no podrás escapar, con acelerón final que se antoja puro fuego en directo. Tras la tormenta, la calma del tema en castellano del disco, “Un recuerdo y su rey”, con Nina levitando y abriendo los mares oscuros una vez más. Pista que avanza con la dulzura de una nana, tornándose en otro eclipse de luz en la noche y delicada lluvia de pavesas en llamas.
Los destellos pop reaparecen por momentos en la juguetona e hipnótica “Late”, que se transforma y metamorfosea a cada paso, con percusiones y teclados sobre los que el canto de Nina, siguiendo su propio vuelo, deja estelas de formas mil en el aire.
Confieso que cuando escuché “Alone” hace meses, el primer adelanto de "The River and The Stone", entré en un bucle del que me cuesta salir aún, cada vez que suena y termina. La joya de la corona. Posee y desprende una majestuosidad al alcance de muy pocas bandas, un viaje por carreteras interiores que arden y renacen una y otra vez. Más de siete minutos que son pura brisa sanadora. A la altura del mismísimo “Cold little heart” y otros brillantes pasajes tejidos en "Love & Hate"(16).
Empezamos a fuego lento y nos despedimos igual, pero esta vez con una balada corta que no llega a los dos minutos, en la que Nina susurra y araña por dentro, “Silence Sparks”.
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