El presente retorno de Nada Surf podría equiparse, con un grado de coincidencia asombroso, a ese tipo de reunión con un amigo longevo del que sabes qué esperar y es afrontado con enorme ilusión inicial. A continuación, y según van pasando los minutos, comienza a resultar evidente que la conexión de antaño ha quedado pelín erosionada con el inexorable paso del tiempo. Nada Surf han sido, son y serán, una banda muy querida por estas latitudes, dejando a su paso no pocos álbumes destinados a ser recuperados forzosamente de tanto en tanto en base al propio bienestar mental.
Una bonanza extendida a discos recientes tan notables como ese “Never Not Together” (Barsuk, 20) que hasta ahora era su última entrega. “Moon Mirror” se sitúa, en media, un par de peldaños por debajo de aquel, tras rebajar de manera progresiva aquella euforia inicial derivada de la excitación de reencuentro. Y, también, porque la mayoría de destacadas de la referencia quedan señaladas en el tramo inicial, empobreciendo la segunda mitad del lanzamiento. En cualquier caso, el elepé sigue albergando las bonitas y cristalinas melodías marca de la casa, apoyando a un sonido impecable y trabajado que resulta, a estas alturas, inconfundible.
Indie-pop de quilates con querencia power-pop del que no pasa de moda, con la presencia de las guitarras luciendo en todo lo alto y una instrumentación igual de rica y libre de fisuras. Unas preferencias bien conocidas que el combo luce con orgullo en piezas de efecto sanador como resulta ser el trío inicial compuesto por “Second Skin”, “In Front Of Me Now” y “Moon Mirror”, además de “Losing”, “Intel And Dreams” o los juegos de voces de “Give Me The Sun”. Unas dianas que comparten espacio con otros cortes igual de bien construidos aunque sin duda más inocuos, del tipo de “The One You Want”, “Open Seas” o “X Is You”.
Al igual que el amigo del supuesto inicial, Nada Surf siempre serán bienvenidos y sería raro que el cuarteto, como mínimo, no dejara un puñado de gemas que añadir a la zona noble de su generoso catálogo. También sucede en el presente “Moon Mirror”, que incluye entre su contenido composiciones inspiradas. Aunque, en este caso concreto, esos aciertos compartan espacio con otras piezas algo inertes, en una circunstancia capaz de motivar que el asunto termine dejando un sabor de boca que apunta a cierta tibieza.
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