Son los demás los que están equivocados
DiscosMonte Del Oso

Son los demás los que están equivocados

8 / 10
Kepa Arbizu — 21-03-2022
Empresa — Underhill/Farmway
Género — Rock

Si hay un género o etiqueta musical a la que el transcurrir de los años ha logrado diluir su esencia es la del “indie”, un término que hoy en día se ha convertido en un totum revolutum donde la única característica que parece sobresalir como común es precisamente la vocación por sepultar su original sentido. Un desalentador panorama que sin embargo no debe cegarnos ni ante las bondades creativas surgidas entorno a tal concepto, ni, lo más importante, sobre la presencia de representantes que todavía hoy siguen revalorizando sus enseñanzas. Entre lo más granado de estos últimos se encuentra el trío navarro Monte del Oso, que desde sus inicios y hasta este mismo momento se han dedicado con inmaculada habilidad a, dotándoles de naturaleza propia, hacer de aquellos sonidos que agitaron la industria entre finales de los años ochenta e inicios de los noventa su fuente de inspiración.

Acostumbrados como ya estamos a los títulos impactantes y extensos servidos por la formación, “Son los demás los que están equivocados” (Underhill/Farmway, 2022) es un nuevo capítulo en su admirable trayectoria. Repitiendo presencia en las labores de producción de Guillermo Mutiloa, en esta ocasión sin embargo el sonido transmitido por el álbum se desligará del formato más cristalino de su predecesor, priorizando la obtención de un ambiente más orgánico y crudo, se mire por donde se mire un contexto idóneo para depositar la electricidad que rezuma la banda. Una característica esencial en el combo, ese arranque guitarrero, como igualmente trascendental se manifiesta el delicado manejo de las líneas melódicas interpretativas. Un matrimonio, santo y seña de muchas de esas referencias inspiradoras para el grupo, al que se le añade una también habitual ironía, nunca especialmente sangrante, blandida por sus letras. Un conglomerado de ingredientes vertido con talento para dar forma a un especialmente atinado trabajo que fácilmente podríamos señalar como la reivindicación y autoafirmación, en forma y fondo, de una idiosincrasia particular.

Como es norma común en la banda, sus discos, y para nada estamos ante una excepción, transmiten una compacta unidad sonora -en absoluto sinónimo de monotonía- construida sobre el sedimento proporcionado por toda una lista de nombres que van desde Dinosaur Jr., Hüsker Dü, Los Planetas, Nueva Vulcano o El inquilino comunista. A pesar de lo que pueda parecer una asunción de aquella máxima esgrimida por Miguel de Unamuno de “que inventen ellos”, una mención nada descabellada teniendo en cuenta la acidez con que reflejan en varios instantes esa presión a la que somos sometidos en pro de una continua autosuperación, Monte del oso cuentan con valores propios suficientes como para exhibir claros y notables rasgos distintivos, en los que tiene mucho peso el ya mencionado trazo marcadamente melódico como su habilidad para aplicar un método de observación de la realidad sarcástico y original. Elementos que hacen acto de aparición desde la inicial “Otro día en la Tierra”, que se enfrenta al fatalismo endémico humano, implementado en estas épocas, con una robustez instrumental -apoyada en el golpeo rabioso de la batería- completada por un evidente deje nostálgico. Un músculo que lucirá hercúleo entre insistentes ritmos de guitarra en “Aquello que nunca hicimos”; atronando entre ráfagas de riffs en “Siempre”, pese a desplegar un dibujo vocal rotundamente pop, o el pisotón ejercido en el acelerador que supone “A la carrera”.

Demostraciones empírica de la tormenta que son capaces de desatar pero que no dudarán en intercalar entre diversos matices que irán salpicando el recorrido del álbum. La épica con tintes melancólicos que aporta la colaboración de Gorka Urbizu (Berri Txarrak) en “Suzko bola”, se suma a la susurrante flexibilidad de “Escaso premio” o incluso a la llamativa desaceleración en el tempo, sin liberarse nunca de esa tupida madeja eléctrica, con la que se presenta “Feliz violencia”, afilada diatriba contra esa irrefrenable necesidad de mostrar nuestras aparentemente resplandecientes y ejemplares existencias. “La fiesta de nuestras vidas” ostenta la misión, a través de su intimista, desenchufado y amateur aspecto, de ejercer como apagón definitivo de las luces y la recogida de los últimos restos dejados por los festejos. Simbología más que palpable del propio crepúsculo de los días que van pasando.

“Son los demás los que están equivocados” sirve para plasmar y redundar en los muchos valores musicales y líricos que la banda navarra representa, pero a la vez funciona como una fotografía, a la que el color sepia se va asomando, compuesta por un mosaico de situaciones mundanas que derivan en un retrato de debilidades cotidianas. Y es que por suerte siempre han existido interesados en hacer ese trabajo sucio de desenmascarar la tantas veces falsaria imagen con la que intentamos sobrellevar nuestras cargas. En este caso, es el excelente maridaje entre rabiosos envites instrumentales y dinámicas melodías el encargado de transformarse en apetitosas pero flagrantes señales de alarma.

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