Si tomásemos el término “mono” bajo el significado de la fuerte dependencia respecto a un elemento, sin duda habría que referirse a este cuarteto procedente de Getxo como adictos a empapar su fusión de guitarras y melodías con atmosféricos pasajes sonoros. Así lo han ratificado con sus discos y EP pretéritos y todavía en mayor grado con su nuevo lanzamiento, “Mitorial”, que ha insuflado un punto más de bruma a unas composiciones de esencia volátil pero de esqueleto crudo y envolvente aspiración.
La formación vizcaína, procedente en su núcleo de lo que fueran Ciudadano Andrés, ha vuelto a confiar para registrar sus actuales canciones en los bilbaínos El Tigre Estudios, por lo visto asumido ya como centro de operaciones ideal para pergeñar sus ideas. Unos conceptos musicales maestros que se relacionan directamente con en esa visión impuesta por el indie noventero -también por algunos de sus precedentes y/o influencias- a la hora de entender el pop-rock. Instrumentación que en su entente con unas letras crípticas y de oscura naturaleza logrará una retroalimentación que consolidará ese tono imperante al que además se suma, y suma, una voz interpretativa de firme languidez.
La propuesta nebulosa que plantea “Mitorial” nos calará ya desde la inicial “Medusas”, con un sombrío discurrir guiado igualmente por la nocturnidad de Echo & the Bunnymen, o similares, que de unos El Columpio Asesino especialmente meditabundos. Horadando más en esa dirección serán capaces de alcanzar hasta una hipnótica, pero descarnadamente desértica , “Matando al buda” o la más escurridiza “Mírame”. Ambas compartirán, además de las incursiones realizadas por chirriantes guitarras, unas llamativas, y esenciales, percusiones con las que añadir el acento épico.
No va a ser la electricidad un elemento decorativo y puntualmente atractivo en el transcurso de los temas, sino uno, en su variedad, canalizador de buena parte del contenido del álbum. Una diversidad -incluso tendente a ceder protagonismo a lo acústico como en la delicada “Anita”- que rememorará episodios de desatada distorsión al estilo de Dinosaur Jr. o El Inquilino Comunista (“Prueba de salto al vacío Nº 9”) o aplicando tensión discursiva con modos de The Jesus And Mary Chain (“Serpiente”). Pero si hay una pieza que se erige como la joya del repertorio esa es “Capitalismo”, aglutinando todas las bondades y características que propone el disco engendra un angustiado himno a base de in crescendos, ráfagas e impulsos. Un resumen idóneo del personal tutorial que esconde un trabajo por el que respiran sonidos capaces de evocar con profundidad como de arañar a base de crudeza, incluso de adoptar la capacidad para simultanear ambas sensaciones.
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