Molly Nilsson ya no es aquella extraña que empaquetaba cd-r en papel fotocopiado y cuyas canciones parecían grabadas en lo más profundo de una cueva (bueno, eso tal vez sí). La artista sueca radicada en Berlín publica discos con casi tanta regularidad como visita nuestro país para actuar en directo, y a su alrededor se ha desarrollado un culto que le permite ir creciendo pausadamente, aportando sutiles matices a su minimalista manera de entender el pop: ritmos básicos, una o dos líneas de teclados y un voz de contraalto ahogada en reverb que nos provoca un inmediato efecto de turbia melancolía. El solo de saxo en el fantástico primer single de este disco, “1995”; el acercamiento al house-pop en “Happyness”;... Las novedades en “Zenith” hay que buscarlas en los pequeños detalles. La parroquia de fans no se sentirán decepcionada.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.