La anárquica dupla creativa formada a mediados de los 90 por Sam Coomes y Janet Weiss se apunta a la creciente tendencia de publicar un álbum doble en tiempos de inmediatez y consumo fugaz, fieles a su sonido tradicional y a sí mismos tras resultar tan inclasificables e insubordinados como siempre. Un trabajo que transita entre las distintas facetas liberadas de corsés del pop y el rock, saltando con agilidad a lo largo y ancho de un total de veinticuatro canciones variopintas, inspiradas e intensas, distribuidas despreocupadamente en sesenta jugosos minutos. Que un disco generoso en cantidad sea capaz de mantener intacto el interés del oyente tras conservar (casi) en todo momento un ritmo atractivo evidencia el acierto de sus autores que, además de dar salida a una expresividad desmedida, han sido capaces de convertir el desorden implícito de su obra en principal atractivo de la misma.
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