Todo cuanto consiguen reunir los bielorrusos Molchat Doma bajo su seña de identidad es siempre tan predecible, arquetípico y pronosticable que, de obrar de igual forma, cualquier otra banda en su lugar estaría avocada al olvido y a la intrascendencia. Sin embargo, y tan pronto como el conjunto de Minsk firma un nuevo trabajo, sus seguidores (armados hasta arriba de flexible conformismo) aguardan con expectativa que su huella continúe inamovible y todo lo que no suponga un reencuentro con esa metódica oscuridad y melancolía post-soviética tan suya significará una terrible desilusión para los mismos.
Por fortuna, “Belaya Polosa” (Sacred Bones, 24), el cuarto trabajo de Egor, Roman y Pavel, nos da exactamente eso y nos demuestra a su vez que el trío se encuentra en su etapa sonora más madura. Superado ya su momento más viral, con el que consiguieron que su rock sintético y gótico sonara hasta en el último vídeo de TikTok, los bielorrusos abrazan en esta ocasión una técnica más depurada y menos cruda, sin duda deudora de la nueva situación personal de sus responsables. Los conflictos bélicos y territoriales hicieron que tras el éxito de su último largo (“Monument”, publicado en un pandémico 2020) la banda tuviera que emigrar de su país, ocasión que sus miembros aprovecharon para restablecerse en Los Ángeles y grabar allí su trabajo más new wave hasta la fecha.
No nos engañemos, los Molchat siguen pisando terreno seguro y apostando por texturas familiares y reconocibles para el oyente. Pero donde antes escuchábamos cajas de ritmo quedas y atmósferas lo-fi que transmitían cierto aire DIY, ahora atestiguamos una entera apuesta por el sintetizador más envolvente y por la contundencia fluorescente, canalizando su característica aflicción narrativa hacía un rock gótico y ochentero colmado de matices inéditos.
Es precisamente esa cautivadora colección de sonidos adicionales (los punteos reverberados en “Cherny Cvety”, la cósmica línea de teclado en “III”, el dream pop lánguido de “Ne Vdvoem”, o los destellos industriales y brutalistas de “Ty Zhe Ne Znaesh Kto Ya”) lo que conseguirá que cualquier barrera idiomática entre la banda y nosotros quede completamente olvidada, para terminar siendo hipnotizados por la lóbrega y sentida prosa de Egor Shkutko (quien junto a Roman Komogortsev vuelve a firmar también los créditos de la producción). Remanentes del post-punk más deífico (“Son”) y ciertos momentos que parecen sacados del imaginario de Dave Gahan (“Belaya Polosa”) confluyen entre sí para dar salida a las reflexiones más castigadas, aciagas y desdichadas de su vocalista, quien como si de un conjuro de magia negra se tratara nos habla en sus letras de desesperanza, desamor, insomnio, pérdida y un solapado malestar político.
El gran reto de Molchat Doma para este cuarto disco era no caer en un sonido redundante y repetitivo después de haber dejado una huella idiosincrática propia en su sobrevenida horda de seguidores, alcanzada con mérito mediátoco durante el último lustro. Y efectivamente, con “Belaya Polosa” los bielorrusos pueden sentirse orgullosos de haber desbloqueado ese logro, entregándonos un trabajo repleto de tonos y detalles expansivos con los que, sin llegar a ofrecer del todo una innovación radical en su propuesta, generan un todo nada farragoso y con vistas muy prometedoras.
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