En chino cantonés, mogwai es un espíritu maligno o monstruoso, dentro de una tradición simbólica milenaria que siempre estuvo pareja a los ciclos vitales, al clima y los tiempos revueltos del otoño, la lluvia y dentro del orden cósmico y de la naturaleza. En occidente, las referencias de la cultura popular de estas figuras teratofóbicas de dicho origen asiático se dieron a conocer masivamente con el cine norteamericano de los ochenta y aquella mítica saga The Gremlims. Casualmente o no, Mogwai es una banda que siempre ha tenido un pie bien apoyado en el mundo del espectáculo televisivo, con un creciente número de trabajos de soundtrack de series, películas y documentales, aportando nuevos paisajes sonoros desde ese subgénero que tenemos a bien de conocer ambiguamente como post-rock. Una etiqueta ya envejecida, desde que se la sacara de la manga el bueno de Simon Reynolds (allá por 1994) pero que sigue plenamente vigente. El género post-rock está llegando a niveles de saturación y autosuperación significativas y, sin embargo, ahí siguen estos escoceses, que forman parte de las tres o cuatro bandas más significativas del mundo. Ni siquiera la marcha de John Cummings en 2015, principal guitarrista de la banda, no supuso ningún parón en la tarea creativa de la banda, ni individualmente (pues todos suelen trabajar ideas por separado), ni como colectivo. Pero quizá sí un cambio en su sonido, más alejado de la palabra rock, por mucho que lo renieguen. Tampoco ha sido un freno la reciente actividad en paralelo de Stuart Braithwaite en Minor Victories, el proyecto de "supergrupo" con Rachel Goswell, de Editors y los hermanos Justin y Martin Lockey de Slowdive.
Con todo este bagaje y una meritoria trayectoria que les exige ir a más en cada álbum, los de Glasgow afrontan una gran dicotomía latente en su música: la delgada línea que separa el que esta obra parezca profundamente inspirada y emotiva o el mayor desinterés que pueda generar su sonido, de corte impresionista, diluido ahora y más que nunca, en las delicadas melodías que envuelven este noveno trabajo discográfico. Fugaces y dulces piezas como ‘Crossing the Road Material’ son un ejemplo de esa dicotomía (o te llena o te genera un gran desinterés), cuya escucha paciente e introspectiva puede terminar por ser cautivadora. Pero también por ello, ese excesivo personalismo, casi de haiku musical, hace difícil evaluar esta odisea de soft-rock, de sintetizadores centelleantes; este compendio de cortes yuxtapuestos de gran vitalidad. Quizá algo del mérito tenga que ver con su productor, el estadounidense Dave Fridman (Mercury Rev, The Flaming Lips...).
En los cincuenta y seis minutos de duración del álbum, y ya desde su arranque, presentado recientemente como single, ‘Coolverine’, viajamos por ambientes sónicos de marcados cromatismos, como en la electrónica psych de ‘1000 foot face’, que persigue una clara sinestesia plástica; ‘Don’t Believe the Fife’ que hace estallar la melodía en formas de... ¿happy-noise? ¿sub-rock? y a la que sigue en esa formalidad ‘Battered At A Scramble’. Lo mejor está al final, donde todo estalla con ‘Old Poisons’. Que un disco tan largo no suene así hasta una de sus piezas finales es otro riesgo más que decide asumir Mogwai en su larga lista de experimentaciones sonoras.
Un disco que vuelve a recordarnos lo malos que son los tópicos y lo difícil de clasificar que es este género musical que consolidaron referentes como Godspeed You! Black Emperor, Sigur Ros o Explosions In The Sky. Todos viajan en líneas divergentes desde un punto de inicio, el post-rock que nunca estuvo demasiado claro. En el caso de Mogwai, parece que el lenguaje cinematográfico les ha influido enormemente, con esos títulos que parecen de películas (‘Party in the Dark’, ‘Brain Sweeties’...) y con su música impregnada de imágenes-imaginadas, secuencias borrosas que casi se perciben a través de su experiencia auditiva. También se debe a que ya son veinte años que Mogwai lleva sumando trabajos de soundtracks en su carrera, siendo, los más recientes, los realizados para la serie francesa, "Les Revenants", o la participación en el documental "Before the Flood", sobre el cambio climático, dando un paso más en esa relación entre narrativa audiovisual y post-rock, que ya podría dar para una larga tesina.
Y es que el clima es un asunto o temática muy presente en este nuevo trabajo, ya desde título y portada. Un trabajo que, en suma. se aproxima a un sonido más electrónico, paisajístico y conceptual, como también pudimos deducir de su sorpresiva actuación en este último Primavera Sound, donde no tuvieron reparo en interpretar el álbum al completo. El cuarteto ya tiene fecha de vuelta a España; será en otoño y tendrán que defender las líneas de guitarra más intensas de este onírico álbum, el más honesto e inspirado desde "Hardcore Will Never Die, But You Will" (2011).
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