Pocos meses después de la publicación de “Central Belters”, exquisito recopilatorio que recoge dos décadas de música de la inquieta banda escocesa, nos llega nuevo material de Mogwai. Nada sorprendente: Si por algo se ha caracterizado el ahora cuarteto de Glasgow es por su hiperactividad, tanto en los escenarios como en el estudio. La sorprendente deserción del guitarrista John Cummings el pasado mes de noviembre, no ha alterado los planes de un grupo cuya ya extensa obra ha mantenido un nivel casi siempre notable. Con el mérito añadido de una sostenida reinvención hacia las texturas electrónicas desde el guitarreo más estricto.
“Atomic”, además, no es un nuevo álbum al uso. Se trata de versiones trabajadas de los cortes que grabaron para “Atomic: Living in Dread and Promise”, ambicioso documental de Mark Cousin y la BBC sobre la era atómica -cuya sombra sigue amenazándonos, aunque nos hayamos olvidado de ella-, desde la destrucción de Hiroshima y Nagasaki, cuyo setenta aniversario se conmemoró el año pasado, a los desastres de Chernobil y Fukushima.
La vocación cinemática de los escoceses no es nueva: Ya entregaron sendos magníficos scores para el documental “Zidane: A 21st Century Portrait” y la serie francesa “Les Revenants”. Pero Stuart Braithwaite, algo así como el discreto líder de una banda carente de egos, se ha mostrado especialmente orgulloso de un álbum que pone música a los sentimientos encontrados que impregnaron la era en que el hombre consiguió dividir, para bien y para mal, el átomo. Y con razón. Aunque el carácter poco narrativo y experimental del trabajo de Cousin ha recibido críticas, el denso score de Mogwai se encarga de sostenerlo.
Dejando ya muy atrás su condición de paladines del post-rock guitarrero de dinámicas extremas (hace tiempo agotado), Mogwai han venido depurando su síntesis de rock cinemático y electrónica de raíz kraut (¿Boards of Canada? ¿Kraftwerk?), con resultados tan fascinantes como el single “U-235”, con su futurista pulsión electro. No es su única baza: Con el slowcore cuasi “Come On Die Young” de “Little Boy” (la bomba de Hiroshima), los aires soviéticos siniestros de “Pripyat” o el piano sutil y majestuoso de “Fat Man” (así se bautizó la bomba que el B-52 Enola Gay lanzó sobre Nagasaki el 9 de agosto de 1945), mantienen el misterio intacto. Nuclear sí, por supuesto: Si sirve para inspirar discos como éste.
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