Dice el escocés Mike Scott que grabó su onceavo disco en Nashville por la calidad y amplitud de sus estudios y para grabar con toda la banda a la vez. Lo ha hecho rodeado de grandes músicos, entre otros el prestigioso bajista David Hood, el teclista Brother Paul, el guitarra Zach Ernst y su fiel violinista Steve Wickham. En esta ocasión abandona el folk celta y se centra en el rock & roll de aliento soul o en ese “blues moderno” al estilo “Waterboys”. Nueve vitales canciones entre las que destacan “Destinies Entwined”, “Still A Freak”, “Rosalind” o la larga “Long Strange Golden Road”, con fieros diálogos de guitarra, violín y teclados. Líricamente hay menciones al joven Elvis, a Lennon, Charlie Parker o Jack Kerouac (al que escuchamos leyendo “On The Road”). No será el mejor disco para apreciar lo que la música le debe a Scott, pero muestra la inquietud y valor artístico de alguien que, sin olvidar su glorioso pasado, mira al futuro con furia.
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