¿Cómo revisar en clave orquestal los viejos hits sin sonar pretencioso? Ese es el reto al que se ha enfrentado Moby, perfectamente sabedor de que sus mejores registros forman parte de un pasado que ya sobrepasa las dos décadas, y lo cierto es que ha logrado extraer jugo a partituras añejas sin caer en lo pomposo. Asumió este reto tras actuar, hace tres años, con Gustavo Dudamel en el Walt Disney Concert Hall, en la que fue su primera incursión en este formato. Nada de eso hará que este disco, su celebrado ingreso en el histórico sello berlinés de música clásica, vaya a cosquillear la curiosidad de quienes no hayan empatizado hasta ahora con su obra.
Pero al menos el neoyorquino, que es un tipo sensato, cabal y con tremenda vista para imponer una sana autocrítica, elude la tentación de la ampulosidad mediante un tratamiento que, con la ayuda de la Budapest Art Orchestra y un puñado de colaboradores estelar y con crédito, que se amoldan como un guante a los requerimientos de cada corte (Gregory Porter, Kris Kristofferson, Mindy Jones, Jim James, Mark Lanegan), ajusta el foco de su repertorio de electrónica sedante a un clasicismo nada estridente ni pasado de rosca. Más bien al contrario.
Obviamente, es la etapa de "Play" (1999) y "18" (2002) la que se recalibra, junto a una versión de la sobadísima “Heroes” que, tal y como nos confesó hace unos días en una entrevista que podréis leer aquí mismo, solo se explica por la estrecha amistad que les unía. No se puede decir que se reinvente, ni mucho menos, pero sí que conserva la inquietud y la sabe aplicar sobre un cancionero que ha envejecido bien, posiblemente mejor de lo que podíamos esperar hace cosa de veinte años, cuando muchas de estas melodías sonaban en cortinillas televisivas y spots de todo pelaje.
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