Miqui Puig Canta Vol. 7
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Miqui Puig Canta Vol. 7

8 / 10
Carlos Pérez de Ziriza — 08-07-2022
Empresa — Primavera Labels
Género — Pop

Sabe por viejo y por diablo. Por ambas cosas. Esteta pero también exégeta del pop y de su cultura en el sentido más amplio posible del término, Miqui Puig sigue abonando una fértil y caleidoscópica carrera a su nombre que alcanza su octavo capítulo, en un despliegue de elegancia que se disfruta tanto por el poder de contagio de sus canciones como por el reguero de guiños y referencias que dejan a su paso. Un festín, en el que cada pieza funciona con independencia de las demás, reafirmando ese sesgo radiofónico, como de transmisión de bendita emisora de FM, que ha querido imprimirle. Hay baile, hay medios tiempos, hay imaginación y melancolía. Un poco de todo. Y todo bien resuelto. Con la perspicacia para dar con la melodía en efervescencia, con el estribillo adherente, con el fondo de armario sin agotar.

Entre lo primero, la veta más dinámica se plasma en el synth coronado por el quejío de Queralt Lahoz en “Pors Puig”, el pulso metronómico y ciclístico (aunque aquí no firme la Assoziacione Ciclistica Popolare) de una “Yo no quería estar allí” que se guarda un guiño a los Nueva Vulcano de “Hemos hecho cosas” sobre ornamento de electrocumbia, una “Propaganda” que mira sin ambages a la Ibiza del segundo tramo de los ochenta que tanto inspiró a los New Order de "Technique" (1989) (o a los Cut Copy de "In Ghost Colours" en 2008) y una espléndida “La Casa Italia” que remite a la música disco filtrada por el prisma de un Carlos Berlanga.

Ese influjo de la disco music es posiblemente el más frecuente: se transparenta en los arreglos de cuerda de “Mañana Infierno”, que irrumpen tras un descorche a lo “Everywhere” de Fleetwood Mac, con Barcelona como inagotable trasfondo lírico. Y también en “Amor miope”, con bajo carnoso y cuerdas de nuevo exuberantes, perfilando un molde de medio tiempo que cobra sus mejores frutos en la espléndida “Cadera de mimbre. La leyenda”, junto a Irantzu Valencia, digna de los Pet Shop Boys, los Saint Etienne o los Trembling Blue Stars más otoñales, y una “Adiós Samurai” (con Ferran Palau y El Petit de Cal Eril) que lo mismo evoca al “Sympathy For The Devil” de los Stones o al “Don’t Fight It, Feel It” de Primal Scream (dependerá de la edad del oyente) en su inicio y también en su final como a la liviandad mediterránea de Remigi Palmero o Julio Bustamante en su resolución central.

La ensalada de nombres, referencias y guiños puede aturullar, lo asumimos, pero no menoscaba en absoluto la acreditada pericia del músico de L’Ametlla. Porque no es en quiénes te fijas, sino cómo lo asimilas y lo somatizas a favor de tu propio discurso.

 

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