Serán las especificidades de lo insular, el caso es que hay que ver lo bien que cuaja la psicodelia cuando anida en talentos singulares que dan con sus huesos en las Baleares. Como si quisieran dar cuerpo a la semilla plantada en su día por Kevin Ayers, Daevid Allen, Pep Laguarda o Pau Riba, no son pocos quienes edifican desde allí hermosos universos líricos y sonoros en torno a los estados alterados de la mente. Y aunque en esa lid a veces da la impresión de que el árbol de Joan Miquel Oliver (y sus Antònia Font) impida ver el bosque al completo, sería una pena que su sombra oscureciera los argumentos de Miquel Serra o de cualquiera de los músicos surgidos de los geniales Oliva Trencada, como es el caso de su alma mater Pep Toni Ferrer, el guitarrista Michael Mesquida – productor e instrumentista, respectivamente, de este álbum – o Antoni Torres (de los hipnóticos N'Entönio i ses pegellides).
El cuarto álbum de Miquel Serra depara una factura tan sólida y bien enhebrada como cualquiera de los anteriores, destilando unos vapores lisérgicos límpidos y claros, que lejos de embotar los sentidos o nublar la vista, acaba por estimularlos. Y lo hace manteniendo un equilibrio muy logrado entre la concreción pop de su primer tramo y la tenue experimentación del segundo, más proclive a la primacía de texturas evanescentes. Tan solo “Els mites que vindran” revela de forma clara el proverbial ascendente de la escuela Animal Collective/Panda Bear (influencia más que reconocida), cada vez más difuminado, algo que habla muy bien acerca del crecimiento de un compositor tan versátil que bascula entre canciones mayúsculas como “Signes de preguntes” o “La paraula blanca” y maravillas como “Doble silenci” o el tema titular, que podrían formar parte del score de una película imaginaria. Lástima – para nosotros – que cada vez se prodigue menos sobre los escenarios.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.