Lo que sucede con la última entrega de Minus The Bear –sexto larga duración del grupo– tiene algo de curioso y genera cierta perplejidad. Y es que después de darle numerosas vueltas, sigue resultando complicado decidir de forma concluyente si se trata de un disco potable y bien construido en torno a sus parámetros o, por el contrario, apunta al pastiche prefabricado y con claras intenciones populares.
Es la indecisión derivada de una alternancia, casi matemática, de canciones convincentes con otras de perfil demasiado convencional dentro del género en el que se ubican. Concretamente, la banda de Seattle se mueve (sin menearse demasiado) en torno un indie pop-rock (consistente, eso sí) y con clara preferencia por el vistoso remate tecnológico con el que engalanar las composiciones. Así una amplia presencia de sintetizadores y teclados se cuela con fuerza entre las guitarras y demás instrumentación tradicional, hasta llegar (por momentos) a copar el protagonismo principal. Una elección que a su vez deriva en el perfil épico de la mayoría de las piezas, cualidad que en la práctica también se intuye como premeditada y poco natural.
Una deliberación que tiende a desfavorecer al aspecto global del álbum y su propia credibilidad, aumentando el aroma artificioso de algunas piezas que, además, resultan pegajosas en exceso. Es el caso de “Call The Cops”, “Invisible”, “Robotic Heart” o “Silver”, dotadas todas ellas con bastante más forma que fondo. Sin embargo y en plena compensación, el grupo también aporta cortes tan evidentemente atractivos como “Last Kiss”, “What About The Boat?” o “Tame Beasts”. Así que al final lo lógico sería dejar el marcador en tablas, con un resultado que al mismo tiempo sirve para evidenciar la irregularidad del propio álbum.
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