Miguel Grimaldo va por libre. Como un corredor de fondo, ajeno a tendencias y modas pasajeras, el vallisoletano afincado en Madrid se mantiene fiel a una forma de hacer y entender la música que, con cada nuevo trabajo, le confirma como una de las figuras más interesantes y personales dentro del universo rapero patrio.
Compuesto, grabado, producido y mezclado por el propio Grimaldo, y autoeditado desde la más estricta independencia, “Trip Ass” supone el esperado retorno en formato largo desde el enorme “Entropía” (17), y como ocurre con cada nueva entrega en su ya indispensable discografía, todas las señas de identidad que definen el personalísimo estilo del Urano Player están recogidas a lo largo de estas trece nuevas canciones en una vuelta de tuerca que profundiza en la oscuridad conceptual y la densidad tecnológica. Frialdad electrónica, ambientes saturados, neblinas industriales y bases rítmicas crudas y monolíticas. Sintetizadores, suciedad y rimas descarnadas. Rap callejero de verdad, como el que siempre ha hecho Miguel Grimaldo, pero con más y mejor puntería que nunca.
Todo en “Trip Ass” parece responder a una declaración de intenciones. Portada, título, sonido, letras y actitud; todos los elementos que dan forma a este disco funcionan como un engranaje preciso en forma de puño cerrado directo a la mandíbula. No hay concesiones, no hay medias tintas ni sutilezas, y no hay ninguna intención de hacerse el simpático ni de edulcorar nada a lo largo de los escasos treinta y seis minutos que dan forma a uno de los mejores discos de rap publicados en este país en los últimos años.
“Trip Ass” habla de calle, huele a cemento y suena a noche. No hay glamour ni impostura en el relato que ofrece Grimaldo, no hay sitio para la banalidad ni para la comercialidad en su discurso: las trece canciones que dan forma a “Trip Ass” funcionan como un bloque cohesionado y coherente en el que no hay cabida para lo ligero ni para la abstracción. Grimaldo escribe desde abajo, hunde los pies en el fango del precariado y desde ahí construye una pesadilla urbana de tintes distópicos a base de imágenes poderosísimas, realismo sucio y un inquebrantable sentido de la ética que rezuma orgullo de clase e inconformismo. La ciudad como un monstruo que devora personas, las drogas como escapismo en una realidad marcada por la asfixia, la paranoia y la opresión; la cosificación de los seres humanos y el mercantilismo como ejes vertebradores del capitalismo, la lucha por la supervivencia en barrios convertidos en una olla a presión, el resurgimiento del fascismo y, de fondo, resistencia y honestidad como únicos posicionamientos validos frente a esa realidad. Miguel Grimaldo no se permite caer en cinismos ni frivolidades, su propuesta va en serio y quien se acerque a “Trip Ass” con ligereza saldrá magullado.
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