Hasta en un año que está siendo realmente brillante a la hora de sacar discos excepcionales, no se debería pasar por alto el gran disco que acaba de sacar Michael Head & The Red Elastic Band. A la gran mayoría no le dirá nada este nombre pero estamos hablando de un tipo que ha servido de inspiración para gente como Noel Gallagher o The Coral y del que el NME llegó a decir en 1999 que era el mejor compositor británico vivo. Y ya, ya sé que el NME tiene la misma credibilidad que Pedrerol adelantando el fichaje de Mbappé y que la frase no es más que una exageración sin sentido (por Dios, Paul McCartney, Pete Townshend, Paul Weller y Ray Davies siguen vivos, ¿no?) pero esta vez el tipo lo vale.
Si no han oído hablar de él, hay que decir que este “Dear Scott” es ya el décimo disco de su carrera, una cifra dolorosamente corta para un tipo que nació en 1961 y lideró dos bandas tan interesantes como The Pale Fountains y Shack. Con los primeros sacó un par de discos de pop barroco y jangle pop a mediados de los 80 y con los segundos se adelantó al Britpop, principalmente con el maravilloso “Waterpistol”, grabado en 1991 pero no publicado hasta 1995, después de un rocambolesco incendio, unos másters perdidos en la parte de atrás de un taxi y una caída en los pozos de la adicción a la heroína del propio Head. Soy de la opinión de que, de haberse publicado en su momento, “Waterpistol” estaría considerado un clásico del Britpop, uno de sus más claros antecedentes junto al primer disco de los Stone Roses. Pero es que la mala suerte siempre ha sido parte de la historia de Head.
El caso es que aquí está de vuelta con “Dear Scott”, el segundo disco que viene firmado como Michael Head & the Red Elastic Band, y resulta que nos ha entregado algo que suena como otro clásico perdido, como el trabajo de un maravilloso artesano pop que tiene la lección aprendida a la perfección de los grandes clásicos y que nos sorprende con el mejor disco de su carrera a una edad tan poco pop como los 61 años.
“Kismet” es un inicio arrebatador, con las guitarras acústicas y eléctricas entrelazándose a la perfección y una melodía marca de la casa, es una mirada a los momentos más jangle pop de su carrera, con una guitarra psicodélica coloreando la melancólica melodía. “Broken Beauty” entra, desde ya, en esa agridulce categoría de canciones enormes de Michael Head que nunca fueron éxitos, una carpeta llena con títulos como “Comedy”, “Something Like You”, “Cup Of Tea”, “(Don't Let Your Love) Start a War”, “Meant To Be” o “Dragonfly”, entre tantas otras. Es un comienzo espectacular, con dos ases ganadores, que ya había presentado como sencillos.
Pero el milagro es cuando te das cuenta que el resto tampoco desmerece, “The Next Day” es otra bella melodía pop coloreada con "pa, pa, pas" y flautas, una banda al servicio de las canciones de su líder y un productor, el ex guitarrista de The Coral, Bill Ryder-Jones totalmente en sintonía con Head (no es de extrañar teniendo en cuenta la enorme deuda de esa banda con su música).
“Freedom” recuerda al “Colors” de Donovan, una sencilla balada folk con voz y guitarra, pero cuando entran las cuidadas armonías en el estribillo, ves la maravillosa inclinación pop de Head. La sigue el tercer, y último, sencillo de adelanto del disco, “American Kid”, un tema que está, musicalmente, entre sus adorados Love y el Nick Drake más barroco de Bryter Layter musicalmente, mientras que en la letra se encuentra la clave de un disco dedicado a Francis Scott Fitzgerald en sus tiempos en Hollywood. La enorme fascinación de Head por los EEUU y su cine ("John Garfield y Ida Lupino, tus estrellas de cine favoritas") se encuentran encerrados en esta maravilla.
“Grace And Eddie” es otra píldora de jangle pop, preciosa y reluciente, sin temor a nombrar un clásico como “The Tracks Of My Tears” en la letra, por su parte, “Fluke” es un vals melancólico y vaporoso que sirve de paseo por el bulevar de los sueños rotos, donde viven las estrellas, de Pacino al recientemente desaparecido Ray Liotta "peleándose con los hijos del vecino". “Gino And Rico” es en la que más evidente es la huella de Love y Arthur Lee, con el que colaboró a mediados de los 90, con cosas exquisitas como ese final orquestal y la transición al cuidado arreglo de cuerdas que abre la melancólica “The Grass”, con un punto country, hasta que se rompe en una especie de tema perdido de Scott Walker.
La mano de Ryder-Jones se vuelve a notar en los arreglos orquestales de la psicodélica “The Ten”, mientras que “Pretty Child” comienza como canción de folk británico hasta que entran unas guitarras que son puro Byrds para cruzar el Atlántico y convertirse en una soleada canción de folk rock californiano que deriva en un puente psicodélico y lleva a la conclusión de una canción maravillosa. El final del disco llega con “Shirls Ghost”, una pieza ambiental de cuerdas y piano que cierra el disco como si fueran los títulos de crédito de una de esas películas de Hollywood de las que habla el disco y que es a lo que suena este maravilloso disco.
Lo que ha hecho Head con “Dear Scott” es entregar un disco que mira cara a cara, y puede que por encima, a los mejores trabajos de su carrera, sí a cosas como a ese “Waterpistol” de Shack o a ese “The Magical World of the Strands” que habría hecho sentirse orgulloso al mismísimo Arthur Lee. Lo increíble es que lo ha hecho con 61 años, sin ninguna presión sobre un éxito que ya tiene que tener claro que nunca va a llegar, y después de dos años de pandemia que volvieron a interrumpir otro de sus múltiples regresos, esta vez con el interesante “Adiós Señor Pussycat” de 2017. Es evidente que no romperá récords de venta, ni su cara saldrá en la portada de las revistas de moda, pero cualquier amante del mejor pop atemporal, ese que va de los Byrds a The Coral, de Love a Belle & Sebastian o de Scott Walker a Pulp, se hará un favor si no se olvida de escuchar esta pequeña maravilla hecha por un orfebre pop de primera categoría.
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