Con “Immutable”, Meshuggah no abandonan ese camino que obstinadamente recorre hace décadas en el que disco a disco acrecienta su leyenda como uno de los grupos más interesantes del metal en general y los malditos jefes del metal prog extremo. Todo detalle está calculado al máximo y esto es algo que se refleja en el nivel de solidez que tienen estos temas y las sensaciones que causa su escucha: la transportación sensorial que se experimenta al entregarse a la escucha de un disco de la banda es cosa seria.
Muy de moda está la psicodelia dentro de distintos géneros musicales y estos tipos quizá sin proponerse explícitamente llevarte a la alucinación, pueden lograrlo a base una intensidad vocal y lírica narcótica y unos tempos y arreglos que actúan como esas clases de gimnasia que te hacen saber que tenías tal o cual músculo que no habías registrado jamás, solo que aquí las agujetas que quedan a posteriori son mentales.
En “Immutable” –que funciona casi como una gran composición dividida en capítulos más que como un disco de canciones– confluyen machaques de una solidez monolítica que actúan multidimensionalmente al cruzarse con ambientaciones guitarreras en plan post-rock o solos de guitarra (algunos con técnica de tapping) que parecen trompetas convertidas en campos magnéticos.
Las bases podrían estar comandadas por una máquina rebelde, un mecanismo que cobra vida y se desautomatiza con la idea de destruir los preceptos rítmicos clásicos de la humanidad. El impulso industrial de esta maquinaria imposible de pilotear parece estar alimentado por cables que transportan sangre humana o quizá se puede pensar como algo más “simple”: música creada con un nivel de precisión, detalle y foco que propone una faena apta para pocos. Pero qué afortunados esos pocos que la sepan apreciar.
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