Crítica de 'Zuloa
', lo nuevo de Merina Gris
DiscosMerina Gris

Crítica de 'Zuloa
', lo nuevo de Merina Gris

8 / 10
Fran González — 11-02-2025
Empresa — Sonido Muchacho
Género — hyperpop

Parece una tendencia inherente y elemental en la vida de cualquier artista el terminar desarrollando cierto respeto ante la página en blanco de un segundo disco, especialmente cuando se le ha mostrado al mundo una carta de presentación con eminente estrella y galones. El reto amedrentaría a cualquiera, de no estar hablando, claro, de una de las bandas con más proyección en la electrónica patria.

Casi ajenos al ruido externo y centrados en abrazar una propuesta con sentimiento propio, Merina Gris nos demuestran con “Zuloa” (Sonido Muchacho, 25) su compleja sensibilidad sin filtros, al tiempo que nos cercioran de que, a todas luces, acertamos de pleno cuando en 2022 lo apostamos todo por ellos.

El trío enmascarado de Donostia regresa dejándonos claro que ha madurado. No solo porque en esta ocasión hayan querido ser ellos los encargados de firmar la producción de las diez pistas del volumen (tan solo asistidas desde una respetuosa distancia por su habitual colaborador en estas labores, Ed Is Dead), sino por ese afán narrativo y pseudo-conceptual que insufla vida propia a un relato destinado a tocarnos muy adentro y de las formas menos esperadas.

Haciendo suya la semántica, la banda baraja con destreza las múltiples posibilidades que ofrece un término como “zuloa” (agujero) y juega eficazmente con la posibilidad de arrastrarnos de un extremo emocional a otro en apenas unos beats. En efecto, un agujero puede significar muchas cosas y para nuestra misteriosa trinca la palabra llegará a suponerles desde un pozo que nos asfixia (“Nadie cuando lloro”, junto a Hofe) hasta una oquedad por la que poder escapar (“добро”).

Los recursos que Julen, Sara y Paskal manejan para conmovernos nunca han caído en lo obvio y aquí continuará siendo así. Su dicción experimental se retorcerá hasta rompernos, ya bien sea reinventando el post-punk (“Irteera”), convirtiendo en pegadizo su lado más oscuro (“Lotu Zure Txakurrak”) o decostruyendo una balada entre glitches que palpitan solos (“lilili”). De hecho, y aunque nos pueda dar la acertada sensación de que en esta entrega hay más dosis de máquina que en su pretérito largo, el alma de sus culpables reluce más que nunca gracias a himnos con conciencia propia (“Hiru Damatxo”, su propuesta contra la gentrificación de su San Sebastián natal) y odas que se desligan del yo para encarar un ineludible destino (“Triste Dabil Aita”, dedicada al encriptado mundo de las emociones paternas).

Si hay o no luz al final del agujero es algo que “Zuloa” no se aventura a presagiar. Pero lo que sí está claro es que al otro lado del mismo nos encontraremos la mano amiga de una banda dispuesta a hacer nuestro camino menos arduo a golpe de sentimentalismo techno, hyper-pop azucarado y un decálogo dedicado a la esperanza.

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