Será difícil que no salga a relucir el nombre de Quique González al enfrentarse al nuevo disco de Bringas. Es habitual en el rock en castellano que bebe de las fuentes emocionales americanas el equiparar resultados con los del músico madrileño. Pero acaso resulte más adecuado emparejar al bilbaíno a una segunda línea que se antoja mucho más honesta. Bringas lleva una trayectoria siempre relacionada con el rock de allende el océano que le convierte en una suerte de superviviente. Grupos como The Flying Rebollos o CanalBlues no sólo habilitan su trabajo, sino que despejan claramente cuáles son las influencias que corren por sus canciones. Esto es, un rock clásico que lo mismo bebe del blues que de los sonidos Stones, o el de las grandes praderas americanas. O por qué no, el urbano de callejones nacionales. Así que aquella honestidad puede equipararle a otros artistas que se mueven en coordenadas similares, desde Dani Merino a silbidos cercanos a Fito, pasando por resabios argentinos que lo mismo recuerdan a las huestes asentadas en nuestro territorio que a grupos como Los Ratones Paranoicos. Una canción como "La misma piedra" nos lleva por los caminos de Juanse y sus chicos o por los que aquí transitaron gente como Desperados.
Son simplemente nombres que posiblemente no ocupen el panteón particular de Gorka Bringas, pero con los que seguro sí comparte influencias comunes. Las mismas que asienta con una banda con el bajo de Borja González y la batería de Joseba Bastida como base, y con un nutrido grupo de colaboradores, desde el Fakeband Pit Idoyaga hasta el Soul Fingers Rubén Gaubeka, pasando por el Rebollo Edorta Arostegui, que dan prueba del predicamento de su autor.
En definitiva, una honestidad que desprende un disco que rezuma la sinceridad del rock clásico por cada nota, a pesar de que la palabra "mentira" tenga una presencia estelar.
Ya se sabe... la cofradía del santo reproche.
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