Como decía el gran Machín en su bolero: “Tengo
una debilidad, no se puede ocultar, lo llevo en la mirada”. Y es que, a
priori, a un viejo rockero como yo el disco de Mendetz debería
provocarle pequeños sarpullidos, pero no. ¡Son tan buenos lo jodios!
Son buenos mezclando lo imposible y encima con ese buen gusto que se le
presupone a mucha gente, pero que luego cuesta un huevo y medio
demostrar. Y es que lo de estos chicos es una
cocktelera bailonga hasta caer extenuado en la que son capaces de
evocar a compañeros de viaje en lo coetáneo como The Faint (“Cholula
Cream”) con guitarrazos que firmaría el mismísimo Steve Lukather de
Toto (“Flashback”), el italo-disco (ni puta idea de lo que es, pero me
lo han chivado mis compañeros en la redacción y queda de coña!) la
E.L.O. más petarda (“The Mystical Farmer”), ecos más que evidentes a
Justice (“Souvenir”) y sobre todo garrafones de hedonismo, desenfreno y
un vamos a hacer lo que nos salga de los mismisimos que no puedo más
que admirar. Resultado: El disco suena cañon (está mezclado por
Stèphane Briat ´Alf´, quien ha trabajado para AIR o Phoenix) y nada
tiene que envidiar a productos similares que nos llegan de fuera. De
hecho, estoy por iniciar una campaña para verles el año que viene en el
Primavera Sound a la misma hora que “tocaron” Simian Mobile Disco este
año. Ya veríamos quién se llevaba el gato al agua.
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