No es fácil ser tú cuando antes fuiste tú y alguien más. Buen viaje, Kevin Parker, bon voyage, sí, pero ahora qué. Melody Prochet, otrora pareja del músico australiano líder de Tame Impala, confió en este para dotar de magia psicodélica a su árido y narcótico debut homónimo en 2012. Ahora qué, porque ella misma cuenta que no le ha sido fácil enfrentarse a la grabación de la continuación de tan prometedor estreno, ya desecha la pareja también en lo artístico. Hasta llegar a hoy, han sido seis años en los que la francesa ha tenido que volver a encontrarse y crecer musicalmente, incluso llegando a apuntarse a una escuela de música en París, y en los que acabó acercándose esta vez a Reine Fiske, guitarra de los suecos Dungen, y Fredrik Swahn, ambos también miembros de The Amazing, para perfilar el sonido y las bases de esta fantástica continuación sónica que es Bon Voyage (Domino / Music As Usual, 2018), donde lo onírico y lo terrenal, la melodía y las instrumentaciones, las décadas y los continentes, las energías, al fin, se entrelazan, vienen y van, y juegan de la mano como dos niños en un parque de atracciones, ajenos al observador, entregados al viaje.
Y como realmente todos los viajes son viajes interiores, y tú sigues siendo tú aunque antes fueses tú y alguien más, al final Bon Boyage mira hacia dentro y es una demostración, si es esto posible, de personalidad dentro de un ejercicio de búsqueda personal, de autoanálisis e iguales dosis, o conclusiones, de autoafirmación y asunción de derrotas. Porque qué otra cosa podemos hacer a estas alturas, qué otra opción que no sea seguir avanzando e intentar entender o al menos aceptar.
Y pasa que tantas dificultades a veces se quedan en tonterías cuando llega la vida y te suelta una hostia de verdad. El año pasado, ya terminado el disco, nos enterábamos de que Prochet tenía un accidente que le provocaba un aneurisma cerebral y la rotura de varias vértebras, con lo que se anunciaba que ponía en una pausa indefinida su actividad en directo y dejaba en suspenso la publicación de este Bon Voyage que ahora ve y trae la luz. Así que toca doble alegría. A la noticia de la recuperación de Prochet hay que sumar que ha vuelto con una propuesta más personal, rica, a ratos compleja (nunca en un modo random) e interesante que la de su primer disco, lo cual no era tarea fácil.
También es un buen viaje para el oyente, o al menos ahí está el deseo. La mezcla de idiomas del arranque con Cross My Heart, con barrocos desarrollos instrumentales, samples, cuerdas y cambios de energía que pueden llegar a desorientar, sientan las bases. No va a ser fácil, pero va a merecer la pena. Una promesa al corazón ("No puedo seguir cayendo desde tan alto", se dice Prochet a sí misma) que da paso al lo-fi vitaminado de Breathe In, Breathe Out y a la extraña y magnética Desert Horse, llena de resonancias árabes y orientales mezcladas sin pudor con segmentos de producción vocal propios de propuestas como las de Daft Punk o Air y hasta con ecos de canción francesa o reminiscencias de los mejores Beatles de ácido. Quand Les Larmes D'un Ange Font Danser La Neige, una especie de jam lisérgica de más de siete minutos, vuelve a dejarnos viajando por el Mediterráneo, como llevados por un Gainsbourg saliendo de las costas francesas para producir Vision Of Someone Special, On A Wall Of Reflections en la Turquía de los setenta, para dar paso al cierre de Shirim, porque hay únicamente seis canciones aquí. Lo septentrional africano en bases, guitarras y disposición de secciones sirve de mágico sustrato para un final autoinculpatorio y en cierto modo, como lo son todos los finales, liberador. Todo un viaje y, en cualquier caso, un gran regreso.
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