Como si un cruce entre Rachid Taha y Tom Waits compusieran una suerte de musical sobre el “Ulises” escrito por Charles Bukowski, Daniel Melingo llega a un destino que ni él conocía. Un destino iniciado dos discos atrás, cuando inició en “Linyera” una trilogía que tuvo su paso intermedio en “Andá” y que culmina en el flamante “Oasis”, un álbum que parece una radiografía de todos los Melingos que habitan en el propio artista argentino.
No son pocos, precisamente, los Melingos que habitan en él: se inició musicalmente como parte de la banda de Milton Nascimento en segunda mitad de los años ’70; formó parte de dos formaciones capitales del rock argentino de los años ’80 como Los Abuelos de la Nada y Los Twist; formó parte de la mejor banda que tuvo Charly García en directo (en la época de “Piano Bar”, junto a Fito Páez, Fabiana Cantilo y los tres miembros de GIT); se mudó a España para explorar frentes tan diversos como el de Los Toreros Muertos y el del rock electrónico más underground con Lions in Love; y fue de los primeros rockeros que decidió convertirse al tango, reconceptualizando el género y tirando abajo muros entre ambos géneros y (sub)culturas.
El inicio de esta trilogía ha encontrado al argentino como un músico maduro, nuevo héroe del lunfardo, icono andrógino tanto del nuevo tango como del rock argentino menos rockero y más performer; pero también dispuesto a dinamitar sus propias fronteras. No solo suena tan cerca de la mirada que un crooner rockero puede arrojar sobre el tango, el reggae-dub, el trip-hop o la spoken word; sino que tiene una narrativa que parece un curioso viaje a Ítaca, en una especie de BSO de una película imaginaria dividida en tres actos (El Sueño, El Viaje y El Destino) en la que Melingo se va encontrando (con viejos amigos de viaje: el agitador contracultural Enrique Symns, los músicos Vinicio Capossela, Miguel Zavaleta y Andrés Calamaro; su propia Orquesta Típica de tango) y se va expulsando de todos los sitios que ha habitado para dar con uno nuevo.
Si bien lo consiguió en los dos capítulos anteriores, este “Oasis” realmente suena a algo inesperado. Obsesionado por capturar en sus conexiones con la música rebética (folclore griego casi extinto de la cultura popular: música de marineros de principios del siglo XX con evidentes conexiones con los principios del tango, que era una mescolanza de géneros europeos violados por el viaje y deconstruidos en lo que acabaría siendo el tango argentino), Melingo inicia un viaje a ninguna parte que, sin embargo, sí encuentra destino: uno sin latitud ni longitud, que no encontraréis en Google Maps ni afilando la brújula; pero que habita en este disco, un hábitat en sí mismo y una fábula sonora con ecos sonoros que se ubican entre Nine Inch Nails, Roberto “El Polaco” Goyeneche, Tonino Carotone, Tricky, Rachid Taha, Tom Waits y Miguel Abuelo.
Una patada a su propio tablero que, al recoger las piezas, lo encuentra haciéndonos un jaque mate tanto a nosotros como a él mismo.
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