Son sólo ocho canciones. Apenas cuarenta minutos. Pero en su cuarto disco (que supone, además, el regreso a Foehn, su sello de toda la vida) el gaditano David Cordero (acompañado por su cómplice Juan Luis Castro) ha grabado, ahora sí, el disco que Úrsula siempre tenían que haber grabado, el definitivo. Usando todos los recursos estéticos del ambient solipsista, de la electrónica poética (con referentes tan claros como Boards Of Canada, por ejemplo) y alejándose, al fin, del formato canción (y con él, del slowcore) “Mejor seguir al silencio” (el título ya avisa de por dónde van los
tiros) es un retrato desenfocado, existencialista, apagado y, sorpresa, emocionante de un ser desorientado, perdido, una modesta joya sobre la soledad a principios del siglo XXI. Un disco donde Úrsula han decidido aparcar la voz, convirtiéndola en un elemento más: apenas la escuchamos en tres canciones y, además, está fundida en las mezclas hasta alcanzar cierto misterio, cierta capacidad hipnótica, que hace que a veces haya que rastrear, imaginar lo que nos dice el narrador.
Siempre en una descarnada primera persona, lleno de sinceridad, “Mejor seguir al silencio” parece un diario, plagado de confesiones en el que sobrecoge el arranque, “Puedo y no quiero”, en el que el protagonista cuestiona todo lo que le rodea; afecta la manera en la que expone la desorientación de la edad de “Fuerza Mayor”, hiela el escapismo invernal de la estupenda “Detalles sin importancia” o la apesadumbrada delicadeza de “Maravilloso miedo”, quizá la más abstracta y, a la vez, más hermosa canción del disco. Así que sí, estoy con ellos, mejor, mucho mejor, seguir siempre al silencio.
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