El segundo largo de los barceloneses Medalla parece venir a apuntalar el heterodoxo cóctel musical del grupo, apuntado en su debut “Emblema y poder” (2017). Un cóctel capaz de aglutinar ritmos pesados propios del heavy metal, rock alternativo, referentes actuales (Futuro Terror, La Plata) y algunas melodías ciertamente pop. Una banda que quizá desentonaría menos en el Resurrection Fest que en el Contempopránea, y no lo decimos sólo por el satanismo de la portada.
Aparte de la robustez rítmica, las principales señas de identidad del grupo vuelven a ser los cambios de ritmo y los breaks bruscos y radicales que se suceden a lo largo de las canciones. Hay un elemento imprevisible en la música de Medalla que es quizá el que la hace más disfrutable.
Y si el comienzo del disco descansa sobre el rock pesado, “Guardián” se abre con una base rítmica post-punk que al llegar al estribillo estalla en esas guitarras de rock alternativo que Pixies dominaron como nadie. Las atmósferas, la melodía y el estribillo final de la canción (“Nunca más seré tu guardián”) la convierten en la más sólida del pack. El rock alternativo de los noventa sigue abriéndose paso en “Premio Cervantes”, con su letra sarcástica (“Más que un galardón/ mereces una ovación (…) Ya no hay quien te aguante/ desde que ganaste el Premio Cervantes”). Y es que algunas de las letras de Medalla abrazan la crítica política como en “Devoto cardenal” (“Hacienda somos todos/ todos somos España”), con unas guitarras que funcionan como una apisonadora, y en la más pop “Cuello Isabelino”. “Sultán”, por su parte, nos recuerda a los momentos más crispados de Havalina, y los ritmos más pesados vuelven al final del disco con “Presagio”.
En definitiva, un disco que sorprenderá a quienes se acerquen a él esperando otro grupo post-punk, pero tan envolvente, bien producido y bien ejecutado instrumentalmente que convencerá a quienes lo hagan sin prejuicios.
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