Recuerdo la primera vez que leí su nombre en una publicación estadounidense, lo apunté, aunque pasó a convertirse en una mera nota a pie de página. Ahora, varios meses después, un modesto sello estadounidense me brinda la oportunidad de escucharles y, de paso, descubrir que su nombre merece –por los méritos que demuestra sobradamente su nuevo disco- convertirse en uno de aquellos tan escasos que no dejan de aparecer en las páginas de nuestra prensa.
Porque Matt Pond PA (lo de PA viene por Philadelphia, de dónde proceden, para de paso convertirles en banda) presentan once composiciones preciosas, bellísimas que aúnan su timbre de voz –el de Pond- a lo Peter Gabriel (aunque su forma de cantar guarde quizás mayor relación con Jeremy Enigk) con el mejor Elliott Smith, con los Smog menos aturdidos e incluso con Robert Smith (algo que puntualmente ocurre en “Competition”). Gracias a una sección de cuerda omnipresente a lo largo del álbum, Pond y sus muchachos consiguen alcanzar cotas de extrema sensibilidad (“The Hollows” o “New Fall”), tanto como recordar a los Papas Fritas más calmados en “Sugar House”. Un inquietante y sentido trabajo merece como pocos ser descubierto.
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