Escuchando "Rugen las flores", uno siente el impulso vital que ha supuesto la propia concepción del nuevo trabajo de McEnroe, grabado mientras sus miembros andaban desperdigados por toda la península. Tal vez hablar de los refugios interiores que se antojan al escuchar sus canciones sea un lugar común, pero es que los propios que se intuyen en la espléndida "Coney Island" ya marcan todo un disco que, sin romper la trayectoria de la banda, suena mucho más compacto y consistente.
Enarbolando la bandera de un pop elegante y poético, el mundo de Ricardo Lezón vuelve a desparramase por entre unos versos que son pura exaltación emocional, nacidos bajo la inspiración de un poema del mexicano Eduardo Lizalde. Pero yerra completamente quien se quede en la supuesta languidez y melancolía de las canciones.
Desarrollos instrumentales como los de "Vendaval", "Como las ballenas" o "De Madrugada" esconden mucha más capacidad de evocacion que la que encuentra quien apenas transita por una lírica por otra parte rebosante de emotividad. Y cada vez somos más los que no vemos tristeza en McEnroe sino la luminosidad de lo infrecuente.
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