Sorprende, y al mismo tiempo alegra, que los caminos del folk en su apareamiento con cierta sensibilidad indie no estén tan trillados como para dejar de asombrarnos. Que sus hallazgos no se agoten – ni mucho menos – en los experimentos de Bon Iver y la legión de acólitos que le siguen a distancia. Nos lo demuestra el californiano Matt Kivel con este quinto álbum, gestado en la calma chicha (así viene a definiarla él) de Austin (Texas), en pleno ejercicio a lo Juan Palomo: él se lo guisa, él se lo come. Él se encarga de casi todos los instrumentos en estas once canciones exquisitas, rebosantes de una sensibilidad prodigiosa, que muestran aprecio por los arreglos sutiles y medidos. Tanto que uno desearía parar el tiempo, detener esa agenda diaria que nos tiene a todos corriendo como puta por rastrojo y aferrarse a este "Last Night in America" como gozoso antídoto frente a las puñeteras prisas que nos privan de extraer todo el jugo a discos que, como este, lo demandan a gritos.
Haciendo de aquel quiet is the new loud que pregonaban los Kings of Convenience su particular forma de protesta sigilosa ante un mundo que parece derrumbarse a su alrededor (los noticiarios televisivos son una fuente asumida de inspiración), Kivel se balancea con maestría entre lo orgánico y lo electrónico, lo terrenal y lo celestial, y hay momentos – ocurre sobre todo en “Two Braids – en los que parece directamente un cruce entre Cass McCombs y The Blue Nile, mecido por una cadencia seductora, unos sintes etéreos y con su voz, tenue pero conmovedora, presidiendo la maniobra. Otros cortes suenan como lo más parecido que debe haber a flotar en una burbuja de helio (“Under Glass Air” o “Tiptoe America”) y a veces lo hacen también a modo de interludio (“Challenger”, que recuerda a los Japan de David Sylvian), preludiando momentos de concreción pop tan serenos y deslumbrantes como “Wendy+Roxanne” o “L.A. Coliseum”. Todo exuda, en definitiva, una pureza tan cristalina que obliga a medir el peso específico de Kivel sin necesidad de relacionarlo con Bonnie “Prince” Billy, Robin Pecknold (Fleet Foxes), Angel Olsen o Steve Gunn, con quienes ha colaborado o compartido escenario en los últimos años.
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