The Calm Before
DiscosMatt Elliott

The Calm Before

9 / 10
David Pérez Marín — 19-04-2016
Empresa — Ici D'ailleurs
Género — Folk

Atrás queda la tormenta eléctrica de drum’n’bass y trip hop que avivó desde Bristol en los 90, firmando algunos de los discos más influyentes del género bajo la piel de The Third Eye Foundation. En una suerte de encrucijada interior, se despidió de compañeros de viaje como My Bloody Valentine, Portishead o Massive Attack, y se colgó una guitarra acústica para matar monstruos y buscar la calma. Desde “The Mess We Made”, pasando por “Songs”, su genial trilogía (“Drinking Songs”, “Failing Songs” y “Howling Songs”), el proceso de desnudar canciones ha ido in crescendo, y así, a tumba abierta, tan sólo con su voz, rasgando cuerdas o recorriendo las teclas de un piano, siguió abriendo heridas en “The Broken Man” y reanimando un corazón cansado de latir en “Only Myocardial Infarction Can Break Your Heart”. Y entre las grietas de un cielo encapotado, antes de que nos veamos inmersos en un nuevo aguacero, se cuela un hilo de luz que nos alcanza y calienta como el recuerdo de ese verano que dejamos escapar, “The Calm Before”.

Una pequeña obertura instrumental abre esta misteriosa caja de música, “A Beginning”, seguida del viento que moverá las nubes y cinco piezas en las que Matt Elliott, con la aparente sencillez y la total sinceridad a la que nos tiene acostumbrados, vuelve a reescribir su historia creando una de las más bellas bandas sonoras a la que cualquier película o vida podría aspirar. La alquimia de su arte es cada vez más perfecta, los ingredientes los mismos de sus anteriores pasos: folk oscuro y resplandeciente que gira sobre si y crece, sumando mil texturas y tonalidades, como un gigantesco tornado que termina estallando y dejando en el aire arañazos de fuegos artificiales.

Estas explosiones marca de la casa las encontramos en uno de los mejores temas del disco, la eterna “I Only Wanted To Give You Everything”, con esa frase que arde y nos martillea el pecho, un doloroso “But you don’t love me” que acelera el pulso y parece no tener fin. O la iniciática “The Calm Before”, en la que su voz danza lentamente entre arpegios de guitarra y ecos de bajo, mientras gotas de lluvia caen sobre su piano. Para concluir fundiéndose en un remolino de cuerdas tras la ráfaga repentina que desatan los clarinetes. Más de catorce minutos que nos elevan del suelo y huelen a redentora tierra mojada.

“The Feast of St. Stephen” y el registro vocal grave de Elliott, nos hace frotarnos los ojos para que dejemos de ver a un Leonard Cohen en estado de gracia que pulula en más de una ocasión por el álbum. La sombra del folclore balcánico como la influencia de autores clásicos, desde Andrés Segovia a Chopin, pasando por Granados y Albéniz, sigue siendo más que palpable.

En el single “Wings & Crown” los ángeles pierden sus alas y entre tambores arranca un flamenco de azufre y tintes épicos. Y cierra el telón con la soledad de una nueva espera que venza al silencio último e inextinguible en “The Allegory of the Cave”.
Matt Elliott ha vuelto con la paz y elegancia que precede a un diluvio salvador.

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