El dúo más rarito de San Francisco lo ha vuelto a hacer. Si parecía que ya lo habíamos oído todo en materia de experimentación, la curiosa pareja formada por Drew Daniel y Martin Schmidt aterriza con un álbum que traspasa las fronteras de lo conceptual para dejarnos claro una vez más que la música puede hallarse en cualquier parte que nos propongamos –recordemos que su último trabajo, el ‘The Marriage of True Minds’ (2013) se produjo a partir de diversos experimentos parapsicológicos–. Una idea que ya en los años 50 la gran Delia Derbyshire y su panda defendían desde el Taller Radiofónico de la BBC, donde se fraguaron los principios del tecno a partir de viejas radios o cocinas de fogones. Esta vez, este par de cirujanos sonoros se han propuesto a darle forma a todo un álbum ¬–su recién estrenado ‘Ultimate Care II’, compuesto de un solo track de 38 minutos de duración– a partir de los sonidos generados en el interior de una lavadora, concretamente el modelo Whirlpool Ultimate Care II. Ahí es nada.
Si ya en 2001, los que metieran mano a algunos de los cortes de los trabajos más rarunos y abstractos de Björk ¬–véase el ‘Vespertine’ (2001) y el ‘Medúlla’ (2004)–, pusieron patas arriba la escena con un trabajo de música concreta compuesto a base de samplear los sonidos que llegaban de quirófanos donde se practicaban liposucciones y todo tipo de cirugía plástica [hablamos del sorprendente ‘A Chance to Cut Is a Chance to Cure’], quince años después vuelven a dejarnos perplejos ante un ejercicio que va más allá de la música como la conocemos y que haría las delicias de cualquier comisario de arte. Es lógico que para un disco de tamaña rareza, el dúo haya querido contar con la colaboración de ruidistas avanzados como Dan Deacon, Horse Lords, Jason Willett y Needle Gun.
Dejando aun lado los análisis formales, hemos de decir que lo nuevo de Matmos consigue su cometido: conseguir entender la música como un proceso sin barreras y como un ente en sí mismo. Los diferentes pasajes que atraviesa este ‘Ultimate Care II’, a los que han decidido llamar ‘excerpts’, avanzan de forma sigilosa pero a ritmo firme, pasando por géneros como el ambient o la IDM deshumanizada (marca de la casa) sobre los que irónicamente asoman por momentos elementos tribales y tímidos apuntes de jazz en una rítmica que inevitablemente lleva a pensar en Herbert, el otro gran defensor de la técnica del sampleo. En definitiva, un complejo universo sonoro capaz de sumir al oyente en una amnesia temporal y hacerle olvidar que lo que llega a sus oídos tiene su origen en el interior de una lavadora. Solo podemos decir que ante tal alquimia sonora, John Cage se correría de gusto.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.