La complejidad y la magia del macrocosmos del jazz se pone en manifiesto en la obra de artistas como Mathias Eick. El trompetista noruego, parte del alucinado combo jazz-electrónico Jaga Jazzist, expone su andadura en el género desde el sentimiento y la emoción que causan el hecho de ser un nativo del jazz.
Es que Eick, nacido en 1979 en Hem, un poblado en la cercanía de Oslo, inmiscuido en los famosos fiordos de su país, se crió en una familia de músicos y él mismo considera a la trompeta una extensión de su cuerpo; y a juzgar por su sentida forma de tocar, la aseveración tiene razón de ser.
Influido por popes como Miles Davis o Chet Baker, Eick desarrolla su estilo en este “Lullaby”, su primer largo en cuatro años y así es como puebla el cancionero de sonidos surgidos de la profunda emoción.
El flamante disco no es un trabajo que ostente hiperactividad como lo son las participaciones de Eick en Jaga Jazzist, pero ese cierto aletargamiento gobernante en la placa no otorga languidez ni distancia, por el contrario, se convierte en una suerte de elemento de decodificación del alma del músico.
La belleza paisajística de “Free” es buen testimonio de ello. Lo mismo la dulzura a la Gershwin de “My Love” o el espíritu entre épico y de entrecasa de “May”, uno de los singles adelanto.
Estratégicamente lanzado en la temporada fría europea, “Lullaby” es el tipo de banda sonora que se necesita en tiempos frenéticos: la calidez de su sonido propone un trip sanador.
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