En el seno de la familia Wainwright no hay secretos. Nunca los hubo ni creo que los haya, y si se tienen que decir algo, por doloroso que sea, lo dicen a la cara. La carrera y, por tanto, la vida de Martha Wainwright es un tobogán. Si previo a la publicación de “Goodnight city” (16) lidió con la muerte de su madre, y un parto muy prematuro, ahora lo hace con la mística de una reclusión involuntaria.
Si con aquel disco anterior sorprendió que reconociera que se había divertido, cuando las circunstancias apuntaban a otra cosa, en este “Love will be reborn” saca todo hacía afuera, pero más con un signo de liberación. De hecho, a falta de detalles más íntimos y personales, todo apunta a eso, a disco de desfogue y al mismo tiempo, matar a algunos de esos demonios que la torturan.
En esta ocasión, le canta más fuerte a la vida que a la muerte. La desdicha la deja para cuando interpreta el cancionero de Edith Piaf que tanto ama. Si algo destaca de ella en comparación a otros discos, es el uso y tratamiento de una voz que aquí despunta pletórica.
Martha canta siendo consciente de su potencial, sube y baja cuando quiere, hiere como la que más, y en algunos momentos sus gritos son de auxilio, una oda a las bondades (que parece que las hay) de la vida. A todo esto, se suma la enorme inspiración componiendo. No estaba tan fina desde el que hasta la fecha era su mejor disco, “I know you´re married but I´ve got feelings too” (08).
¿Puntos clave? Por su significado, por su voracidad, justo estas dos, “Getting older” y “Love will be reborn”. A partir de esto, hay mucho más por desglosar y disfrutar, este es un disco inacabable. Con esto a nuestro alcance, le perdonamos los cinco años de espera, los pecados ya casi están resueltos. Más aún con estas canciones.
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.